Un importante número de clientes espera frente a un restaurante de Ciutadella para poder hacerse con una mesa el pasado 10 de agosto    | Josep Bagur

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Son las diez de la mañana de ayer sábado. Hay mercadillo en la Plaça Esplanada de Maó, pero en la estación de autobuses solo está aparcado un vehículo de transporte discrecional, con una responsable de un conocido turoperador. Por allí comentan que es la tónica general de este año, cuando en otros tiempos un mercadillo era un reclamo para el turista de todo incluido alojado en hoteles de costa y se producía un auténtico desembarco. Todo un síntoma de este verano tan especial en la Isla. De hecho, entre las paradas del mercado solo pasean una decena de familias británicas. Su ausencia es sensible para comercios como los clásicos souvenirs. En uno de ellos comentan que han logrado salvar agosto por la avalancha de visitantes nacionales, menos generosos para ellos, «tal vez sí compran un imán pero poco más». El resto de la temporada les ha ido mal. Su cliente estrella es el extranjero, el británico, y sobre todo en mayo y junio lo han echado de menos.

Cerca de este establecimiento, en una tienda de productos gastronómicos locales, la sensación es justo la contraria. El verano les va bastante bien. Ven pasar por caja a muchos turistas españoles, «los españoles gastan, si vienen es porque pueden gastar. Aquí apenas entraban británicos, ni querían probar el queso». Casi ni los echan de menos. Frente a la estación de autobuses una pareja de jóvenes italianos se interesan por saber cómo alquilar un vehículo. Un coche o una moto. Lo que sea. Les preocupa no encontrar existencias. En media hora por la zona solo se ve un grupo con guía. Son pocos integrantes y se intuye que son nacionales.

Los fríos números

Más españoles que no compensan la caída del mercado británico

Acaba agosto y la temporada alta deja una sensación generalizada de saturación, de masificación, de servicios al límite, que contrasta con una menor presión demográfica real, con los números en la mano. Hay menos gente que otros veranos. Por el Aeropuerto de Menorca pasaron en julio unos 150.000 pasajeros (entradas y salidas) menos que en los meses de julio comprendidos entre 2016 y 2019. De los grandes mercados, suben los pasajeros españoles y franceses y baja el resto. El británico se desploma a un tercio de lo habitual por la limitación de movimientos y marca la estadística general. En agosto la tendencia se ha acentuado, porque es el mes vacacional español por excelencia. El barco ha ganado peso, un 12 por ciento en julio respecto a 2019.El dique de Son Blanc pasó el mes pasado de los 67.000 pasajeros de hace dos julios a 78.000. El auge marítimo es un indicador del cambio de tendencia incentivado por las cautelas de una pandemia. Han proliferado los viajes de proximidad, el turismo doméstico, más de última hora y sin riesgo añadido. Incluso cambiar de isla por unos días se ve con más frecuencia. En los puntos de información turística que gestiona el Ayuntamiento de Maó, el 48 por ciento de los usuarios en julio fueron nacionales, el 19 por ciento franceses y el 12 por ciento británicos. En 2019 un tercio eran británicos y un 41 por ciento españoles.

Alojamiento

Hoteles a medio gas en época punta, alquiler turístico sin control

La sensación de isla llena que está protagonizando el verano de Menorca no ha entrado en los hoteles. Desde Ashome informaban hace una semana que la ocupación de los establecimientos de la Isla se movía entre el 60 y el 70 por ciento, eso sí, con un 95 por ciento de la planta abierta. ¿Se podrían haber recolocado tras el incendio los clientes del Jardín de Menorca de Torre-solí en un agosto previo a la pandemia? Seguramente hubiera costado mucho más. Son, junto a autobuses discrecionales, souvenirs, sus propios proveedores, comercios de urbanizaciones, trabajadores del sector, algunos de los más perjudicados por el cambio de perfil en el turismo este verano. El turismo nacional se decanta más por los apartamentos y el alquiler turístico, cuyo control es más complicado y que presenta todavía elevadas tasas de oferta no regularizada.

Saturación

De la piscina del hotel a recorrer toda la Isla en unos pocos días

«El turista ha pasado de estar concentrado en puntos de la costa a moverse por todas partes», es una opinión que repiten distintas voces y que ha generado la práctica unanimidad en la Isla. La consecuencia son playas con accesos colapsados y restaurantes llenos. Un auténtico test de estrés a la oferta y los recursos de la Isla.    Muchos son los que no recuerdan algo similar con anterioridad.    Hay colas para acceder a una playa popular del modo que sea, o colas para simplemente contemplar una puesta de sol y conseguir la fotografía icónica de las vacaciones. Para acceder a todas estas partes, con el ánimo de no perderse ni una de las recomendaciones de las guías turísticas, el turismo nacional se mueve más con su propio su coche y es más intenso. Lo suyo no es ir en grupo, ni depender de horarios, por lo que alquila o pide un taxi, unos servicios desbordados que no dimensionaron su oferta a una demanda punta en julio y agosto que nadie podía prever con seguridad. Sobre la carretera se percibe una sensación de lleno absoluto. La medición de tráfico que realiza el Consell ya delataba en julio cifras récord en algunos puntos. Los comentarios a pie de calle sobre imágenes de aglomeraciones son constantes.Otros, no obstante, como una comerciante de Maó, se opone a tanta queja.«Parece que no se entiende que de esto vivimos, ¿y si hubieran venido también los británicos?».

Mercado laboral

Muchos contratos temporales y unos 1.500 afiliados menos

La alta estacionalidad del mercado nacional, ahora predominante en detrimento del británico, hizo que julio marcara un récord de contratos laborales, muchos de ellos temporales. La temporada arrancó de forma muy tardía y las altas se acumularon el mes pasado. De hecho, no hay correspondencia entre tanto contrato y el volumen de trabajadores asegurados. El mes pasado había en la Isla 1.460 trabajadores menos afiliados a la Seguridad Social. De estos empleados ‘perdidos’ 595 corresponden al alojamiento, los establecimientos de comidas y bebidas contaban con 568 empleados menos y en 449 habían descendido las plantillas de los comercios. Las inciertas perspectivas del otoño, sobre todo a partir del inicio de las clases, pueden haber enfriado los ánimos a la hora de ampliar recursos humanos. De los 9.697 contratos temporales vigentes en julio, 2.714 eran a tiempo parcial. La presidenta del Consell, Susana Mora, pone el acento en el drama de los fijos discontinuos que no podrán llegar a los seis meses de cotización suficientes para disponer de cobertura todo el año.

Negocios

Difícil encontrar mesa para comer y menos caja en el comercio

Hasta la magnitud de las colas    para desayunar en un bar son inéditas, según relatan varios testimonios.Para cenar en restaurantes han sido frecuentes. «Ahora, en algunas partes, no se puede ni reservar para el mismo día», afirman residentes. Algunos restauradores sostienen que esta imagen es contraproducente en el medio plazo. En cuanto a los comercios, Ascome aseguraba hace poco que no se habían alcanzado las cifras de ventas previas a la pandemia. Españoles y franceses gastan más, en efecto, pero por lo visto no tanto como para compensar lo que los británicos han dejado de gastar.