Luis Augusto Vázquez, en la embarcación que alquiló en Cala Galdana y que acabó siendo una pesadilla.

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Lo que parecía un buen plan veraniego se convirtió en una pesadilla. El debut de Luis Augusto y su familia en la navegación acabó con un menisco roto, arañazos, golpes y un gran susto al ver como «mi mujer casi se ahoga, no la podíamos sacar de debajo la barca, suerte que les insistí que se pusieran el chaleco».

Ni Luis Augusto, natural de Madrid, ni los otros tres tripulantes tenían experiencia náutica ninguna. Alquilaron una embarcación en Cala Galdana de las que no requieren titulación ninguna para ser patroneadas. «Para los que no conocemos el mar, para los que no tenemos ni idea de esto, parece otra cosa», comenta.

Tras recibir en dos minutos unas instrucciones básicas inició su singladura. Pararon para darse un chapuzón pero al ver el mar algo picado optaron por regresar. Entonces se torcieron las cosas. Luis Augusto explica que la barca se fue llenando de agua hasta que se empezó a hundir, «quedamos atrapados debajo, yo conseguí tomar aire pero ella estaba atrapada con el toldo, se ahogaba». Lograron sacarla.

Entonces consiguieron que los rescatara una embarcación del mismo tipo en la que iban dos personas. Luis Augusto narra como avisaron a la empresa de alquiler para que acudiera a recogerlos, puesto que seis personas para una barca de este tipo eran muchas. «La respuesta fue que no iban a desplegar toda la flota para rescatarnos». Una llamada al 112 permitió que pudieran llegar sin más incidencias a tierra.

Una vez allí, Luis Augusto lamenta que no fueron atendidas sus peticiones de rellenar una hoja de reclamaciones o de conocer si la empresa disponía de seguro, puesto que sus pertenencias personales habían acabado en el fondo del mar.

Entonces requirió la presencia de la Guardia Civil, pero tras dos horas al teléfono asegura que solo logró que le devolvieran la llamada para «convencerme de que no ponga la denuncia porque la culpa seguramente ha sido nuestra, nos iba a tocar pagar la embarcación, que seguramente nos habíamos alejado demasiado».

No hizo caso y acudió a la Policía Nacional para interponer la correspondiente denuncia, donde coincidió con una pareja, dice, a quienes le sucedió lo mismo con la suerte de que antes habían bajado a una mujer mayor que no sabía nadar. «Allí, en Cala Galdana, todo el mundo nos comentaba que esto pasa cada día». En un escrito que se publica hoy en la sección de «Opinión» recomienda a quien no tenga experiencia que no alquile estos barcos, «estamos poniendo en peligro nuestra vida y la de los demás navegantes».