Pedro Marquès a la entrada de Binillobet, una finca de 88 hectáreas emplazada en el corazón de Menorca, a los pies de El Toro. | Gemma Andreu

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Por vocación será payés mientras quede un solo lloc en activo. Pedro Marquès (Ciutadella, 1977) tiene cuna rural y no quiere renunciar a un modo de vida cuestionado por todos los frentes, el económico en primer lugar. El campo hoy es un lamento persistente, todos los elementos parecen jugar en contra incluido el meteorológico. Lleva quince años como payés de Binillobet, en Es Mercadal, antes había sido missatge en Santa Margalida, donde pasó la infancia, y en Llinàritx, en el mismo municipio. Durante un año trabajó como comercial de seguros de Caja Rural.     

¿Tiene buena tierra para trabajar?

—Binillobet tiene 88 hectáreas y hay en torno a 60 vacas de ordeño y una veintena más entre novillas y terneros.

¿Producción de leche exclusivamente?

—Principalmente producción láctea, la mitad la dedicamos para hacer queso de nuestra marca. También producimos carne y criamos caballos.

¿Lo venden de forma directa?

—Llevamos a dos tiendas, pero casi todo lo vendemos directamente aquí, es difícil encontrar comercializadores para otros lugares. Vendemos también a la Península, sobre todo a Madrid a dos clubes gourmet, y a una tienda de la República Checa, que nos hace un par de pedidos al año. Otra parte la entregamos a Sa Cooperativa, que nos lo compra tierno y lo madura. Y el año pasado comenzamos con Torralba.

No diversifica la producción pero sí el mercado.

—Bueno, a Torralba entregamos 500 kilos cada semana entre noviembre y mayo. Todo es una ayuda. A cambio, ha caído mucho la leche líquida.         

¿Cómo ha captado clientes en Madrid y la República Checa?

—Vinieron aquí y se interesaron por la marca. Es nuestra apuesta, no queremos ir a tiendas que lo primero que te dicen es que bajes el precio. Si es nuestra marca queremos fijarlo nosotros y es más barato que en el supermercado, pero hay que hacer el esfuerzo de venir aquí.

Pero los que entran son turistas sobre todo, ¿no?

—Sobre todo turistas, muchos mallorquines, pero clientes fieles de aquí. Además, a través de Sa Cooperativa del Camp hacemos las visitas guiadas, tres o cuatro semanales, y este año hemos tenido un éxito brutal. Esto también nos ha ayudado.

¿Visitas a la explotación?

—Sí, tanto para adultos con catas como para familias y estudiantes. Contamos con una sala didáctica y laboratorio rural, el porimero de la Isla, donde se puede tener la experiencia de formatjar. Pero antes van a ver las vacas, lo que comen, cómo las ordeñamos. Con los niños se hacen juegos de sembar y otras labores para que conozcan lo que verdaderamente cuesta obtener un litro de leche o de queso.

¿Lo asimilan?

—Algunos clientes pasan por la tienda después de conocer el proceso y nos dicen que un litro de leche se vende barato.   

La actividad agraria va acompañada de la queja continua y de avisos de que no es viable. ¿Qué pasa realmente?

—Ha habido años de bonanza como los que tuvimos con El Caserío, pero la crisis está siempre. No se valora el trabajo que hacemos los payeses ni el esfuerzo de elaborar productos de calidad.   

¿La venta de El Caserío fue el principio del fin de los buenos tiempos?

—Menorca estaba encarada a la producción de queso y la salida estaba garantizada pero ellos marcaban los precios y comenzaron a ir a la baja.

¿Y Coinga?

—Creció a partir de entonces, se asoció con Capsa para asumir el volumen de leche que se generaba en aquel momento, pero no diversificó, quedó estancada en leche y queso.

Y deciden el precio.

—Ahora está a 30 céntimos. Para que te hagas una idea cuando se pagaba en pesetas estaba a 50, mira los años que vamos ya con euros y seguimos en el mismo precio, 50 pesetas, 30 céntimos hoy.     

¿Quiere decir que en estos veinte años ha subido todo menos la leche?

—Ha subido el gasoil, la luz y, sobre todo, este último año los cereleales. Es un absurdo.

¿Por qué?

—Porque durante la pandemia mucha gente ha especulado con productos del campo y porque, como ya es bien sabido, la insularidad tien un precio añadido en este capítulo, hay que pagar el transporte, nos sale 3 o 4 céntios más caro. Y encima estamos cobrando la leche al precio más barato de Europa.

¿En ningún sitio se paga tan barata?

—En la Península se está pagando entre 34 y 36 céntimos y en algunos sitios se habla de subida. En nuestra vecina Mallorca, donde quedan muy pocas fincas y productores, les subieron a 35 y ahora la están cobrando a 36 céntimos. Con ese precio ya puedes sobrevivir un poco mejor haciendo leche.

¿No hay visos de mejora?

—Todas las organizaciones se han unido en la petición, pero Coinga parece que no está por la labor.   

¿Cuánto ha subido el precio de los cereales para alimentar el ganado?

—De noviembre hacia aquí, a mí me supone 1.200 euros al mes.   

Eso hoy es un salario.

—Lo es. ¿Qué has de hacer, quitar el missatge? No es justo.

¿Cómo lo compensa?

—El último año he tenido la suerte de entrar en Quesos Torralba y a un importante volumen de leche le damos valor añadido al transformarla en queso. Más o menos nos salvamos.   

¿Cuánta leche dedica a queso y cuánta vende a Coinga?

—Al cincuenta por ciento. En verano la vendo casi toda, hacemos poco queso y en invierno de unos dos mil litros de leche, dedicábamos a queso 1.400 y otros 600 se iban a Coinga.   

Por lo que me cuenta, sin ayudas públicas prácticamente no quedarían explotaciones ganaderas en activo.

—Sin la PAC (la subvención procedente de la Política Agraria Común que concede la Unión Europea) sería difícil, Pero, por ejemplo, a nosotros, como a muchos otros, nos han denegado dos ayudas de la PDR, teniendo la maquinaria comprada. Tiramos adelante igual.   

Antes sí era posible.   

—Mi padre con 30 vacas en una finca podía vivir bien porque muchos de los costes no estaban y el queso se pagaba bien. Un payés ganaba para comprar o hacer una casa y alguno hasta se compró un lloc. Hoy solo vives si tienes esas ayudas.

¿Le parece bien?

—No, yo no quiero vivir con ayudas sino realmente de mi trabajo.

¿No lo ve factible?

—A la larga, es probable, pero cuando miras los números... Hasta los terneros fallan.

¿Qué pasa con los terneros?

—Me acuerdo que mi padre los vendía a 40.000 o 45.000 pesetas, terneros frisones, y ahora los vendemos a 50 euros, es decir, 8.000 pesetas.

La carne no ha bajado de precio, ¿qué ha pasado?

—En la primera crisis de lengua azul se produjo un atasco, los precios bajaron y nunca más se han recuperado. Con la crisis de las vacas locas, otro tanto, nos costó años recuperar los precios. Con cada crisis sanitaria caen los precios y lo paga el payés. Se exigen más controles y ¿qué pasa? Que en vez de repecutirlo al cliente se repercute al proveedor.

No extraña así que el número de cabezas siga en descenso.

—En dos o tres años, los llocs que solo hagan leche desaparecerán. Coinga no es consciente de lo que está haciendo.

¿Por qué apunta siempre a Coinga?

—Porque no han buscado alternativas. Deberían haber diversificado con más productos, el yogur por ejemplo. Hay un gran mercado consumidor en el turismo.

Cada vez se venden más fincas a capital foráneo.

—Y cada vez habrá más jornaleros a ocho horas que payeses porque es lo que quieren muchos de los nuevos propietarios, que les cuiden la finca.

¿Qué hacen los payeses de casi medio centenar de explotaciones que han cerrado los dos últimos años?

—Conozco alguno, ahora son jardineros o hacen mantenimiento. Hay propietarios que quieren vender la finca y creen que sin vacas se venderá mejor, conozco dos que les han dicho a los payeses que tienen dos años para quitar la ganadería.

Me lo pinta muy mal, ¿ser payés hoy es un oficio de resistencia?

—Hombre, ha de gustarte mucho este estilo de vida, en el fondo es eso, levantarse a las 6 de la mañana y dejar la tarea a las nueve o las diez de la noche.

¿A cuánto le sale la hora?

—Si haces números, te sale a dos euros la hora, contando subvenciones y todos los ingresos.

Esos números hoy no son competitivos.

—Lo hablas con alguien que trabaja ocho horas y cobra un jornal y te dice que eres tonto, claro. Pero sin el campo, el turismo no disfrutaría del paisaje que tenemos y mucha gente que vive del turismo no podría hacerlo.