Vista del cementerio de Ciutadella, donde este año se han realizado 105 incineraciones | Josep Bagur Gomila

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Los hornos funerarios ganan terreno a las sepulturas. La opción de la incineración de los difuntos se impone al entierro tradicional. En Maó supone ya más del 50 por ciento de la actividad, afirma la empresa concesionaria del servicio, Funeraria Gomila, mientras que en Ciutadella, en lo que va de 2021, las incineraciones de cadáveres representan el 60 por ciento, frente al 40 por ciento de inhumaciones, según informa el Ayuntamiento, en este caso encargado de la gestión.

La preferencia por la incineración frente a la tumba o el nicho es una tendencia que viene de años atrás y sigue al alza. Si bien comenzó por la gente de menor edad, ahora también hay personas mayores que determinan que, tras su fallecimiento, prefieren que sus restos se eliminen en el horno crematorio. No es tanto una cuestión de precio, opina Pedro Gomila, responsable de la funeraria de Maó, en cuyo horno crematorio se incineran difuntos de todos los municipios de Menorca excepto Ciutadella. «Un servicio completo de incineración, con una caja básica, puede costar entre 1.600 y 1.800 euros», afirma, mientras que un entierro, que requiere un ataud «no tan sencillo», también con la opción más simple y «sin nada más» costaría alrededor de 1.100 euros, por lo que la diferencia no es un factor determinante, aunque en el caso del entierro hay que tener un nicho en cesión o una tumba. «No es un cambio por dinero sino por mentalidad», considera el empresario, quien añade que «desde que se puso en marcha la incineración no ha hecho más que aumentar».

Tanto es así que el problema de contar con terreno para las sucesivas ampliaciones de los cementerios ya no agobia a los ayuntamientos. «No creo que sean necesarios más nichos», señala Gomila, algo que corrobora el concejal de Servicios Sociales de Maó, Enric Mas, cuya área de responsabilidad incluye el cementerio. «Cada año hay más incineraciones y lo que el Ayuntamiento crea son columbarios», estructuras con pequeños nichos para depositar las cenizas de los fallecidos. En Maó el año pasado se habilitaron una veintena de estos espacios y en 2021 se prevé construir otros tantos. «Hay suficiente sitio en el cementerio, vamos habilitando columbarios para dar respuesta a las incineraciones», explica Mas, quien añade que si hay menos entierros, también se producen renuncias a los nichos y estos pueden reconvertirse en lugares para las cenizas. Los columbarios no tienen por qué estar en una pared, añade, sino que también se piensa en colocarlos en zonas de paseo del cementerio con un diseño más amable, estructuras que por ejemplo tienen forma de árbol. En Ciutadella este año se han registrado 105 incineraciones frente a 70 entierros y las cenizas se inhuman o se las llevan los familiares. En los cementerios hay zonas para esparcir las cenizas pero, en opinión de la concejala titular del área en Ciutadella, Noemí Camps, «creo que todavía hay una práctica más del recuerdo, de visitar al difunto, y lo que hacen las familias es que entierran la urna con las cenizas en la tumba o cesión que tienen en el cementerio o si no, se las llevan». La normativa no permite esparcir las cenizas en espacios públicos ni en la naturaleza, a no ser que se trate de una finca privada. En cuanto al mar, se puede lanzar una urna biodegradable con las cenizas dentro, pero a 200 metros de la costa.