Caravana de vehículos circulando por la carretera general el pasado 19 de agosto. | Josep Bagur Gomila

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La campaña ecologista municipio a municipio para argumentar que las medidas contra la masificación en verano son urgentes alcanza su ecuador, ha llegado a Ciutadella, Maó, Ferreries y Es Castell y continuará en los cuatro pueblos restantes, el primero Sant Lluís, el próximo 3 de noviembre. Representantes del Grup Balear d’Ornitologia i Defensa de la Naturalesa (GOB) explican, en este ‘puerta a puerta’ con los datos en la mano, que muchos espacios de Menorca pueden verse al borde del colapso el próximo verano si a los turistas de este año, o una cifra similar, se suman los que presumiblemente llegarán de otros mercados que han estado parados por la pandemia, como el británico.

Su paquete de medidas incluye más mano dura con el alquiler turístico ilegal; reducir aparcamientos en playas naturales como Cala Mitjana y_Cala en Turqueta; ampliar la experiencia del transporte público a más calas vírgenes y a faros como el de Punta Nati; aumentar la vigilancia sobre la náutica de recreo y no crecer en número de amarres; y una de las más novedosas, contundentes y necesarias para el GOB: seguir el modelo de Formentera y que el Consell pueda limitar la entrada de vehículos a la Isla, algo que ya se contempla en la Ley de Reserva de Biosfera que deberá aprobar el Parlament balear. La entrada de coches tiene un efecto directo en la ocupación de las playas y otros espacios sensibles, asegura Miquel Camps, responsable de política territorial del GOB.

«Para nosotros se está superando claramente la capacidad de carga de Menorca en una serie de aspectos, y vale la pena ponerlo sobre la mesa no solo por los efectos ambientales, sino también porque el propio producto turístico se va degradando al masificarlo de esta manera», afirma.

Precisamente la masificación de los destinos verdes fue uno de los problemas, un reto de futuro por su complejidad, abordados por el V Congreso Nacional de Ecoturismo celebrado la semana pasada en la Isla y los ecologistas alertan: de seguir esta tendencia se puede perder al turista más sensible, el más valioso para los objetivos de un territorio Reserva de Biosfera.

Plazas que no cuadran

Según los indicadores que maneja el GOB, basados en datos del propio departamento de Turismo del Consell, Menorca tiene un total de 81.000 plazas turísticas legalizadas, un 25 por ciento están en apartamentos de costa, un 32 por ciento en hoteles de costa y un 34 por ciento corresponden a alquileres turísticos; estas tipologías suman el 91 por ciento de la capacidad de alojamiento de la Isla. «Es interesante este dato porque si no cuando hablamos de masificación el debate se centra en agroturismos y hoteles de ciudad, los últimos alojamientos que han aparecido, pero este tipo de oferta cuando se suma no llega ni al 9 por ciento de la capacidad en plazas de Menorca».

De estas cifras se desprenden dos conclusiones: que el 91 por ciento de los turistas se distribuyen entre el ‘sol y playa’ y los alquileres turísticos, y que hay un descuadre de 30.000 personas (el resultado de restar a la cifra punta de visitantes de agosto los empadronados y los que se alojan en la oferta legal) que en su mayoría «deducimos que están en alojamiento turístico no declarado». Y eso lleva a la entidad ecologista a plantear otro problema colateral que es la distorsión del mercado del alquiler residencial. «El alquiler turístico se ha disparado por completo, no ha habido control y aunque Menorca apostó por no crecer demasiado en urbanizaciones, hay centenares de casas que han dejado de ser para los residentes y han pasado a ser para turistas», señala Camps, lo que provoca el aumento de los precios y problemas de convivencia que han llevado a «un récord de quejas este año».