Un niño ante los mostradores de fruta este jueves en una parada de la plaza del mercado de Maó | Paco Sturla

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Es refrescante, natural y apetecible a cualquier hora, sobre todo en verano, pero el precio de la fruta ha alcanzado niveles prohibitivos, propios de la cena de fin de año. «Somos cuatro en casa y quería un kilo de picotas, pero solo me llega para medio», comenta Carmen después de hacer la compra con sus hijos. La etiqueta de esta variedad de cereza marcaba 5,30 euros el kilo.

«Es un disbarat lo que ha subido todo, no solo la fruta, mi marido compró ayer una barra de helado justo un euro más cara que el verano pasado», comenta otra clienta, mientras revisa los precios y la mercancía.   

Sandías y melones «a cachos»

La escalada de precios, medida en los productos básicos como la alimentación y especialmente un género tan veraniego como la fruta llegó el miércoles a la tribuna del Congreso de los Diputados. Un melón cuesta 13 euros y una sandía 12, le dijo Gabriel Rufián al presidente del Gobierno.

Esos precios no corresponden a las estanterías de los comercios y supermercados de Menorca. Un cuarto de sandía, de 3,5 kilos se vendía este jueves en el mercado a 5 euros, lo que supone que la sandía completa habría costado 20 euros. También el melón se vende preferentemente partido, hay razones como el elevado peso de alguna de estas piezas para venderla preferiblemente troceada, pero hay consumidores que advierten de que de este modo pasa más desapercibido el coste. «Nos hemos acostumbrado a comprarlo a cachos y así no nos parece tan caro», comenta un cliente que lleva dos trozos en la bolsa.

Con la sandía, una de las estrellas de la mesa en tiempos de calor, hay quejas  porque además de cara no hay garantía alguna de que salga buena. «No es el tiempo todavía, pero la gente la demanda, es sandía que viene de fuera, aquí el tiempo de la sandía es por Sant Jaume, es de aquí y el precio baja», asegura Maria Caimaris, una de las comerciantes más veteranas de la plaza.

«Sí que hay quejas y comentarios de los clientes, que cuestionan la subida de los precios pero la realidad es que se vende igual, hay mucha demanda», explica otro comerciante. Ambos confirman que las ventas no han bajado, aunque es frecuente que clientes de toda la vida hayan rebajado el peso que se llevan.

Se compensa con los turistas, en particular, los franceses de paso o aquellos con propiedad en la Isla y conocedores ya de los mejores puntos de aprovisionamiento. Eran varios los que cargaban en alguna de las fruterías del mercado y en otros dos supermercados consultados. A la pregunta si les parecía caro el precio, uno de ellos, Jean François, respondió lacónicamente «c’est très bon» en una clara preferencia por la calidad.   

Los turistas, los galos en particular, constituyen la clave de que las ventas no hayan bajado, a pesar de la carestía y de que esa sea causa de reducción en la cesta de la compra del consumidor local.

Nadie se atreve a ofrecer un porcentaje cierto de la subida, en torno a un nueve por ciento se atreve a decir el empleado de un supermercado, rápidamente cuestionado por dos clientes, quienes lamentan más la subida de los alimentos que la del combustible.

El precio de la verdura sube en parecida proporción, el modesto calabacín se vende estos días a 1,95 euros el kilo y los pimientos, en función de clase y categoría, estaban etiquetados entre 3,45 y 3,60. La buena noticia es que no falta el género.