Antes de su venta, los mejillones pasan controles de calidad para asegurar que son aptos para el consumo. | Manolo Barro

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No hay muchos organismos del mar que sean tan versátiles como los mejillones. Estos pequeños moluscos no solo toleran condiciones ambientales adversas, sino que prosperan sin mayores problemas. Son animales filtradores, por lo que tamizan el agua y retienen partículas nutritivas como el fitoplancton. De este modo, además de procurarse su propio sustento, funcionan como un sistema de limpieza natural del mar que contribuye a mejorar la calidad del agua. Este es, precisamente, el objeto de investigación de un equipo científico del Centre Oceanogràfic de Balears, que ha instalado varias cuerdas con mejillones aportados por los mariscadores de Menorca en la bahía de Palma.

«El propósito de usar estos mejillones es biorremediar la problemática de la calidad de las aguas portuarias», explica la directora del proyecto, Salud Deudero. La biorremediación es una rama de la biotecnología que utiliza organismos vivos para recuperar un ambiente contaminado, ya sea terrestre o acuático. De ahí que se quiera averiguar si los mejillones pueden usarse como filtros naturales para biorremediar y mitigar actividades humanas del día a día, en este caso, en las zonas portuarias.

Inicialmente, este proyecto piloto se desarrolla en la bahía de Palma, pero no se descarta que pueda aplicarse, también, en el puerto de Maó. «Primero tenemos que ver cómo funciona aquí y, después, el proyecto se puede ampliar a otras zonas, siendo el puerto de Maó una muy idónea», afirma Deudero.

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Ocho litros por hora

El cultivo de moluscos en Menorca es una actividad única en Balears y, por ello, el equipo científico que desarrolla esta investigación utiliza los mejillones de la Isla. También porque así se evitan problemas derivados de introducir especies invasoras o que no son genéticamente compatibles. «Hemos colocado estos mejillones donde está el foco de contaminación para que, de manera natural, vayan filtrando y limpiando el agua», apunta Deudero. Añade que, en el puerto de Maó, «podrían colocarse en las zonas más internas y degradadas de la bahía».

Aunque los mejillones son organismos biorremediadores que pueden filtrar hasta ocho litros de agua por hora, pudiendo acumular toxinas, esto no significa que sean perjudiciales para nuestra salud. Los moluscos que se cultivan en el puerto de Maó se encuentran en zonas vigiladas, donde no hay contaminantes, por lo que se alimentan de fitoplancton, algas microscópicas y materia orgánica.

«Cada lunes recogemos muestras y cada 15 días analizamos tanto el agua como los mejillones para descartar cualquier tipo de bacteria o contaminación», garantiza Paco González, que está al frente de Muscleres González, en la ribera del puerto de Maó. Añade que «depuramos los mejillones cada día para eliminar toda la carga bacteriana que puedan tener y asegurar que son aptos para el consumo».