Bidones de plástico con los que se confinan las cenizas para su entierro en el vertedero. Llegan allí después de ser quemadas en un horno incinerador de gasóleo.

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El Área de Gestión de Residuos de Milà está tratando los residuos de animales de la forma más contaminante posible. El Consell obliga a incinerar todos los desechos de matadero cuando la normativa europea lleva alertando desde hace más de una década (Reglamento nº 1069/2009) que «la eliminación de todos los subproductos animales no es una opción realista porque entrañaría riesgos para el medio ambiente», además de que «tendría unos costes insostenibles», que por cierto en Menorca se han venido pagando con dinero público a razón de casi dos millones.

Ya se puede prescindir de la forma verbal condicional a la que los redactores del reglamento recurrieron entonces para su aprobación en el Parlamento Europeo. No en vano, la concesionaria de Milà viene ejecutando esta práctica con el apoyo del Consorci de Residus i Energia –dependiente del Consell– desde 2016, haciendo caso omiso a la opción alternativa que para las zonas declaradas remotas ofrecen las normativas comunitaria y nacional, el entierro de los ‘sandach’. Sin ser la opción más respetuosa con el medio ambiente, sí es la más sostenible de las que actualmente ofrecen las instalaciones de Milà.

Quemar con gasóleo y enterrar plástico

En los últimos días el conseller de Medio Ambiente y presidente del consorcio público de residuos, Josep Juaneda, viene esgrimido un nuevo argumento para rechazar la aplicación de la zona remota en Milà –que sí se aplica en el resto de la Isla– y defender la gravosa incineración de todos los ‘sandach’. En sus palabras, que el Consell está optando «por las mejores opciones medioambientales de acuerdo con la jerarquía de gestión de residuos de las directivas europeas». Esas mismas directivas a las que alude –además de la mera lógica– le contradicen.

En primer lugar porque, como se recoge en el primer párrafo de esta información, la normativa europea y la consecuente transposición nacional, establecen que la eliminación (en ese concepto se incluyen tanto la incineración, como el entierro) de los restos de matadero es la peor de las opciones en términos no solamente medioambientales, sino de sobrecoste innecesarios para las arcas públicas.

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De hecho la apuesta de la UE va en el sentido de la decisión del Ayuntamiento de Ciutadella de enviar los residuos fuera de la Isla para su revalorización. «Redunda en interés de todos los ciudadanos el uso seguro y sostenible de una amplia gama de subproductos animales en distintas aplicaciones». «Es habitual el uso de (...) subproductos animales en importantes sectores productivos, como las industrias de productos farmacéuticos, los piensos y cuero». Dicho de otro modo, la mejor de las opciones para el tratamiento de este residuo de generación obligada es su revalorización.

Las opciones que no se aplican en Milà

Siguiendo esa jerarquía en la gestión de residuos que enarbola ahora el Consell, podría haber optado por la «preparación para la reutilización, el reciclaje o bien otras formas de valorización ambiental». Son los tres primeros puntos de esa lista. El siguiente es la «valorización energética», esto es, la planta de biogás. No existe. A pesar de los problemas económicos y medioambientales generados desde 2016 por la decisión de quemar todos los ‘sandach’ y de que la instalación de una planta de digestión anaeróbica se viene abordando sin éxito desde hace dos décadas, curiosamente el nuevo Plan Director Sectorial de Residuos aprobado en 2020 no obliga a construirla hasta 2024. No se puede recurrir a esa opción.

La última de las alternativas de esa jerarquía «para conseguir un mejor resultado medioambiental» (palabras de Juaneda) es la eliminación de los restos. Pero el Consell se empecina en defender la obligación de incinerar, en vez de enterrar. La incineración con el horno del que dispone Milà desde 2006 es absolutamente ineficiente. Supone quemar partes de animales como las vísceras, que contienen una gran cantidad de agua.

El agua apaga el fuego y para reavivarlo hace falta más combustible, en este caso gasóleo –el más contaminante–, lo que viene a explicar el altísimo precio del servicio. Por añadidura las cenizas se depositan en el vertedero para su posterior entierro en contenedores de plástico, un material que tarda generaciones en desintegrarse. La alternativa aplicable con cierta inmediatez, y que resulta 22 veces más económica, es simple: enterrar los desechos animales, residuos biodegradables, en un vertedero preparado (doblemente impermeabilizado) como el de Milà.