Una barca de pesca artesanal con el patrón en tareas de mantenimiento en Maó.    | Gemma Andreu

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También la pesca, una actividad tradicional de todo el año, nota la estacionalidad empujada por la economía turística. Y las especies más valoradas, como la langosta y la gamba roja, están íntimamente relacionadas con ese mercado. A juzgar por los datos, Menorca es la que mejor producto fresco ofrece.

De las 90 toneladas de gambas capturadas en 2021 por barcas registradas en alguna cofradía de las Islas, algo más de la cuarta parte, 26 toneladas, fueron pescadas en aguas menorquinas. El porcentaje menorquín aumenta en la pesca de la langosta, de las 50 toneladas capturadas ese año, casi 22, un 44 por ciento, corresponden a las barcas menorquinas.

Mientras la pesca de la langosta ofrece volumen de captura al alza (sólo en en 2019 se pescaron tres toneladas más), la de la gamba roja está sometida a factores que provocan una gran fluctuación. En 2018 entraron en las redes 211 toneladas en el conjunto de Balears. A la espera de conocer el dato de 2022, el 21 es el más flojo en siete años.

Profesionales sin relevo

Las cifras de negocio que se infieren de esos datos se traducen en unos ingresos globales de más de 480.000 euros por las gambas y algo más de un millón por la langosta comercializada. Sin embargo, la actividad pesquera está a la baja y los profesionales no hallan relevo generacional, lo que constituye una queja constante de los patrones mayores de las respectivas cofradías.

Con los datos oficiales de 2021, los últimos disponibles, 97 personas viven de la actividad profesional de la pesca.  27 de dellos están enrolados en alguna de las seis barcas de arrastre censadas en Menorca, tres en Ciutadella y tres en Maó, los 70 restantes están ocupados en barcas de artes menores.

Los buenos datos económicos contrastan con el descenso de flota y de pescadores profesionales, que algo menos de 30 años atrás, en 1994, eran 272. En 2021 se perdieron dos empleos con respecto al año anterior, un goteo que marca una tendencia que no se detiene.

El descenso en un oficio de hondo arraigo en la Isla es parejo al de la flota pesquera, que navega por los mismos derroteros. En el citado año de 1994 había censadas en Menorca 135 barcas de pesca, de las que 54 correspondían a la Cofradía de Ciutadella, 61 a la de Maó y las 20 restantes a Fornells. En 2010 se habían reducido a 91 en el cómputo insular y cinco años más tarde a 47, si bien a partir de entonces se produce un cambio de tendencia que    perdura. En 2020 las barcas censadas eran 50 y al año siguiente 55, aunque ello no repercute en más trabajadores del mar.