Antonio Caño, el viernes en la charla organizada por la Fundació Rubió. | Gemma Andreu

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Referente del periodismo contemporáneo, Antonio Caño (Martos, Jaén, 1957), fue el viernes conferenciante de lujo en el Claustre de Carme, en un acto organizado por la Fundació Rubió.El que fuera soldado y capitán de «El País» durante casi 40 años, disertó sobre la relación entre el poder político y los medios de comunicación que tan bien conoce como voz autorizada a partir de una trayectoria que tuvo su punto más álgido cuando dirigió el periódico. Actualmente al frente de las Relaciones Institucionales y Públicas Affairs como socio de Estudio de Comunicación, Caño impulsó la versión digital de «El País» y puso en marcha las delegaciones en América donde fue corresponsal en EstadosUnidos.

Sitúe la relación actual entre el poder político y los medios de comunicación.

—Está en mal momento porque los medios son mucho más débiles, tienen menos posibilidades de defenderse de las presiones políticas y porque el poder es menos respetuoso con las reglas en una democracia liberal. Las presiones son mucho más directas y se ha distorsionado una relación esencial en el sostenimiento de un sistema democrático.

¿Lo más triste, quizás, es que esta realidad esté aparentemente asumida por todos?

—Yo no sé si está asumido, lo veo así. Más que triste es peligrosa porque unos medios que no puedan cumplir su papel en una sociedad libre y democrática genera un gran daño para la salud democrática del país.

¿Hoy quién tiene más dependencia del otro?

­—Ahora es mutua. Los medios son más vulnerables, están más sometidos a estas presiones y el poder político cada vez está más basado en la propaganda que se distribuye esencialmente a través de los medios. Los entienden como el instrumento, no desde el que informar a los ciudadanos sino de repartir su propaganda.

¿Dónde estaría el equilibrio, un límite que pusiera a cada uno en su sitio?

—Es un mal universal aunque en España el nivel es inquietante por el nivel de presión que algunos políticos ejercen sobre los medios, insultos y señalamientos diarios a periodistas. Ocurre en todas las democracias del mundo pero las reglas del juego se entienden mejor en otros lugares.

Usted lo sufrió cuando dirigió «El País» entre 2014 y 2018...

—Se ha agravado todo desde que yo dejé la dirección. Presiones ha habido siempre sobre los directores, pero no me preocupan tanto como la relación que se establece con el poder político. Ahora se ha desequilibrado en favor de la propaganda y la presión política hoy es más grosera ante unos periodistas más débiles. Hemos ido a peor.

¿Alguna salida para revertir esta dinámica?

—No es fácil para los medios porque el modelo de negocio en que se han sostenido está en cuestión. Deberíamos tener una clase política que entendiera el papel real de los medios y el suyo propio, respetar y fomentar la independencia de la prensa.

¿Esa reflexión le ha llevado a decir que el periodismo es un oficio en peligro de extinción?

—Sí, he publicado un libro con ese subtítulo. Lo es también por la crisis de la industria que lo ha sostenido, y la difícil convivencia del periodismo con las nuevas tecnologías. Confío en que seguirá pero debemos estar alerta porque los peligros son graves.

¿Sin el papel, que según usted es un muerto viviente?

­—Afortunadamente hay excepciones. En términos generales lo es. Las grandes cabeceras en España y en grandes países no cuentan ya en el juego informativo. La gente, el grueso, no se informa por los periódicos    de papel, pero hay casos particulares como el diario «Menorca», que le da una información muy útil a la ciudadanía.   

¿Puede decirse que usted se salió de la línea editorial de    «El País» cuando lo dirigió, hasta costarle el puesto?

—La línea la marca el director con su equipo. Nosotros quisimos que fuera consecuente con la historia del periódico y sus principios de respeto a la democracia liberal y a los valores de España con visión europea. «El País» nunca ha apoyado a ningún partido ni ha sido el periódico de un partido, ni yo podía permitir que lo fuese.

Pero a «El País» se le asocia con el PSOE, como a «El Mundo» con el PP...

—Es una larga historia. La convivencia entre el PSOE y «El País» es más estrecha que la que nunca ha tenido ninguna otra cabecera nacional, llena de altos y bajos, con momentos de conflicto pero nunca ha apoyado al partido socialista como tal. Y no lo iba a hacer durante mi gestión.

Usted fue crítico con Pedro Sánchez tras aliarse con Podemos, nacionalistas e independentistas.

—Nunca coincidí con Sánchez como presidente. Cuando ganó la moción de censura, «El País», dirigido por mi, la respaldó. Pero entendíamos que de esa moción no salía una mayoría coherente para gobernar España y había que convocar elecciones en seguida. Ese fue el punto de discrepancia, pero la nueva dirección del periódico consideró que con Podemos y Bildu sí valía para hacerlo. Es una diferencia determinante y es el cambio que dio el periódico.

Su célebre editorial contra Pedro Sánchez...

—Fue dos años antes, cuando él fue destituido como secretario general tras varias derrotas electorales y varias maniobras que nos parecieron temerarias y nos hicieron ver que no era la persona adecuada para dirigir el PSOE y lo dijimos en la editorial como era nuestra obligación.

«Sánchez es un peligro para la izquierda, para el PSOE y para España», dijo. ¿Sigue pensando lo mismo?

—Entonces mucha gente no le conocía como le conocíamos nosotros. Juzgábamos un comportamiento preciso, ahora mi opinión no tiene mucho valor.

Disculpe, siendo usted quién es, sí la tiene.

—Bueno, yo creo que las cosas no han ido bien, los temores que teníamos de que ese ‘Gobierno Frankenstein’, que dijo Rubalcaba, no daba estabilidad y coherencia a España, estaban bien fundados. Nuestro gobierno no es suficientemente coherente, ni da estabilidad, no es una buena solución.   

El apunte

«Ojalá que este gobierno no se repita, sería una desgracia»

Que Sánchez vuelva a formar gobierno con Podemos, «sería una desgracia porque no ha sido beneficioso para la democracia española». Explica Antonio Caño que «lo ideal sería que los populismos estuvieran lejos del BOE porque ya vemos donde nos llevan, y los nacionalismos independentistas, a cometer arbitrariedades con el Código Penal y a perjudicar la convivencia entre los españoles, ojalá que no se repita». Respecto a la controvertida ley del sí es sí, indica que «definitivamente sí es una chapuza provocada por un matrimonio malavenido con Podemos con el que un partido socialdemócrata no debería haber pactado, igual que si se pactara con Vox. Eso conduce a situaciones como la ley del sí es sí que es un disparate». En positivo del equipo de Sánchez destaca que «algunos aspectos de la política social han sido adecu