Verónica Pedrón Pardo, en el Auditori de Ferreries. | Josep Bagur Gomila

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Verónica Pedrón Pardo, nacida en Valencia hace 30 años, es abogada especializada en derecho tecnológico (legaltec) y transformación digital. Miembro del portal jurídico «A definitivas», consultora en Legaltechies y en el área de desarrollo tecnológico de la UIB, es también especialista en temas legales vinculados a redes sociales.

El viernes participó en el Auditori de Ferreries como ponente junto a otros dos expertos, Andreu Bru y Marc Roses, en el encuentro «La industria conectada, trabajo de humanos y máquinas». Organizado por la oficina Acelera de PIME Menorca, forma parte de ciclo de conferencias «Configurando nuestro futuro digital», que se lleva a cabo en distintos pueblos de la Isla y en el marco del proceso de transformación digital al que obliga en muchos sectores la sostenibilidad económica.

La intervención de Verónica Pedrón estuvo enfocada en los aspectos legales laborales, contratación y responsabilidad de las máquinas y los procesos automatizados, con el debate en ciernes sobre su cotización a la seguridad social, y para evitar el colapso del sistema de pensiones.

¿Cotizarán las máquinas?

—La administración empieza a ver que si disminuyen las contrataciones se va a dejar de ingresar a la seguridad social por los contratos de los trabajadores. Por lo que se está empezando a estudiar de qué manera podría seguir recaudando, dado que hay pensiones que pagar, deuda pública, etc.

¿Y más subsidios de desempleo?

—Se ha despedido ya a mucha gente. En este sentido, debo decir que el miedo a que nos sustituya una máquina en nuestro trabajo, que va a hacer nuestras mismas tareas de una forma menos costosa y más rápida, está por encima incluso del interés empresarial por incorporar toda esta tecnología. Aunque es el modelo que va a venir.

Usted habla de ventajas y desventajas.

—Los robots, las máquinas, tampoco son perfectas. Una empresa tiene que sopesar pros y contras de la tecnología que incorpora. Desde el punto de vista legal, nos enfrentamos a nuevos retos jurídicos, como el de la cotización de los robots.

¿Qué ideas legales se están barajando?

—Hay analistas que entienden el trabajo de un robot como el de un humano, por tanto, no estaría exento de esta cotización a la seguridad social. Serviría para evitar, en cierta forma, que nos reemplacen de forma rápida. Seguramente, los robots cotizarán menos que los humanos. Y se habla ya de un impuesto o canon por la utilización de máquinas. De momento, hay una especie de vacío legal; la parte legal y burocrática siempre es más lenta que la tecnológica.

¿Qué sectores son los que más implementan esta tecnología?

—El de la automoción, la siderurgia o el de bebidas y alimentación.

¿Hay límites de ética legal?

—Un humano puede ser productivo hasta donde puede; tenemos nuestras limitaciones y necesidades. Nos ponemos enfermos, tenemos que dormir, tenemos que comer… Sí, hay un debate ético en torno a este tema.

¿Nos estamos deshumanizando?

—Evolucionamos. En según qué sectores, si no evolucionamos, hay tareas que no podríamos hacer. Las máquinas van a sustituirnos en tareas muy rutinarias, las más peligrosas o que requieren mucha fuerza. Aunque alguien tiene que hacer estas máquinas, o supervisarlas. Hoy, todavía hay muchas tareas que la automatización o la inteligencia artificial no puede hacer. Las tareas que son de pensamiento o artísticas, por ejemplo.

¿Hablamos de una reconversión laboral?

—Hay trabajos que desaparecerán, que hará un robot, y se crearán otros en nuevos sectores. Las primeras máquinas de hilar revolucionaron el sector textil. No podemos prescindir de la tecnología.

¿Veremos pronto robots de camareros?

—Como también, posiblemente, acabaremos teniendo en casa un robot que nos servirá.

¿El campo emocional es insustituible?

—De momento, no puedes poner a un robot que haga de psicólogo. Lo que nos diferenciará siempre, o al menos, de momento, de las máquinas es nuestra parte humana. Y lo que hay que fomentar. La tecnología, por su parte, está para ayudarnos, y a nivel empresarial, no conviene quedar atrás.