Ignasi Aragay, el pasado viernes en Ciutadella | Josep Bagur Gomila

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En diario «Ara» nació el 28 de noviembre de 2010, en plena crisis económica y con la prensa tradicional gravemente afectada. Un medio que apostó desde el inicio por el formato papel y con una clara apuesta por el digital, convencidos de que la información no es gratis. Tras doce años, supera los 3 millones de usuarios únicos en la web y tiene más de 50.000 suscriptores. Sobre el proyecto y la situación del sector habló este viernes el director adjunto de la publicación, Ignasi Aragay (Barcelona, 1966), en el marco del ciclo «Pensament crític: un procés avui amenaçat?», en el Cercle Artístic, de Ciutadella.

¿Cómo ve el sector?

—Está en una transición complicada. La revolución de internet ha cuestionado el modelo de prensa, básicamente de la clásica de papel. La ha obligado a repensarse, en su modelo de negocio y en el tipo de información y como la vehicula. Esto genera tensiones y redefiniciones importantes, que afectan en el ágora pública, en la información como pilar de la democracia.

¿Hay futuro para el papel?

—Está en cuestión, pero es verdad que cada nueva tecnología no acaba de eliminar la anterior. El papel no murió con la radio, y la radio no murió con la televisión. Se van añadiendo capas de información. Al papel hace muchos años que se le da por muerto, y lo tiene complicado. Lo vemos con los datos, pero le está costando desaparecer. Soy prudente para cantar su final.

El «Ara Balears» se publica solo los domingos.

—Eso está pasando, hay una tendencia mundial. «The Independent», en Inglaterra, eliminó la edición en papel en 2016, «La Presse», de Quebec, desapareció en 2019, y hay otros medios que dejan de imprimirse en algunos territorios. «El País» lo hizo en América Latina en 2020, y otros periódicos agrupan contenidos, adelgazan el papel. Son estrategias de supervivencia, pero el papel todavía representa una parte importante de lectores. El «Ara» tiene un 40 por ciento de lectores que algún día de la semana cogen un periódico, y otros, cada día. Mientras haya lectores, hay que seguir haciendo papel, aunque cueste la doble edición.

¿Las redes y las fake news complican la labor periodística?

—Hace unas décadas, los medios tenían el monopolio de la información. Hoy, hay un gran abanico de medios, pequeños, grandes, digitales, incluso personales, y están las redes sociales donde todo el mundo es emisor y receptor. Esto ha democratizado la información y ha creado una gran ‘intoxicación’, donde estamos sobreinformados y los propios medios debemos estar pendientes de las redes donde se emiten muchos mensajes que nos pueden interesar y, a la vez, son un competidor nuestro y fuera de control. El historiador Yuval Noah Harari dice que estamos en una especie de pandemia de la información viral, donde se crea una distorsión y ruido y tensa los debates.

¿Los jóvenes son un reto?

—Siempre lo han sido. Muchos creen que están informados y, a través de las redes sociales, tienen el espejismo de una supuesta información, cuando en realidad están encerrados en su burbuja, fruto de unos algoritmos que les dan la información que ellos quieren escuchar. No se les da una información plural, ponderada, diversa, y no pueden entrar en una conversación real, sobre los grandes asuntos de la actualidad. Hay que romper esa tendencia.

Al sector le está costando cobrar por sus diarios on line, pero ustedes lo hacen.

—Desde el principio creímos que era importante depender de nuestros lectores y que entendieran que la buena información tiene un precio. Que si tienes información gratis, es que alguien la paga y que, muchas veces, no sabes quién está detrás. Queríamos que supieran quienes somos, qué valores tenemos y que hay que pagar por nuestras informaciones. Muchos años hemos estado solos, vendiendo periódicos cuando los de al lado los regalaban. Ahora empiezan a darse cuenta de que el buen periodismo debe ser de pago.

¿La profesión está amenazada?

—Siempre lo ha estado, pero la crisis de autoridad y de prestigio se ha acentuado. Los médicos también la padecen, todo el mundo, consultando internet, ya sabe lo que le ocurre. La Iglesia ha perdido autoridad, los profesores, los padres tienen menos autoridad ante los hijos. Y la gente confía más en un tiktoker que en un periodista. La única solución es seguir haciendo buen periodismo y ganarse un prestigio que es muy fácil perder.

¿Cómo afectará la inteligencia artificial en la prensa?

—La profesión deberá coger lo bueno de esto. Si hay informaciones sencillas que pueda elaborar un robot y te lo ahorre a ti, para que puedas dedicarte a elaborar una información compleja y más buena, investigación, buscar buenos datos y hacer buenas entrevistas, podrás añadir valor. Es una herramienta que habrá que utilizar, como en todos los campos, la administración, el derecho, la educación. Todos le pueden encontrar una utilidad, acotada, que le ayuda a hacer su trabajo.