Un cazador dispara a una de las bolsas de la procesionaria en el parque enfrente del cementerio municipal | C.C.

TW
5

Cuando se aproxima el fin del invierno y el inicio de la primavera, las orugas procesionarias descienden de los bolsones de seda que cuelgan de las ramas de los pinos y es entonces cuando las vemos desfilar una detrás de otra como si de una procesión se tratase. Los meses más críticos son entre febrero y abril, porque buscan el lugar donde enterrarse y crisalidar para reaparecer en verano como mariposas y dar comienzo a un nuevo ciclo. Hasta entonces, en su fase de oruga, se alimentan de las hojas puntiagudas del pino en el que se encuentran, debilitando al árbol, y pueden provocar urticaria, lesiones y trastornos alérgicos graves en personas y animales, debido a los pelos urticantes que desprenden.

Provistos con escopetas de caza, una decena de cazadores expertos se prestaron ayer voluntarios para erradicar estas orugas procesionarias que dañan los pinares de Sant Lluís y, también, para evitar los peligros que pueden causar estos insectos tras su próximo descenso a la tierra. Respondiendo al llamamiento del Ayuntamiento y al visto bueno del Govern, empezaron su jornada a las ocho de la mañana y, organizados en cuadrillas para abarcar todos los espacios públicos en los que hay pinos, actuaron tanto en el pueblo de Sant Lluís como en las urbanizaciones costeras, entre ellas, Punta Prima, S’Algar, Binibèquer y Binissafúller, esta última, una de las más afectadas por la plaga.

Bajo la coordinación del inspector de Medio Ambiente, Tóbal Coll, los cazadores dispararon a las bolsas de orugas procesionarias  que colgaban de las ramas de los pinos con una munición que rondaba los 2.000 cartuchos. No era la primera vez que ocurría algo así en Sant Lluís, recordaron los cazadores, que llevan más de una década colaborando con la Administración para eliminar la plaga de la procesionaria en el municipio.

El resultado es satisfactorio, reconocieron este sábado los implicados. Con este método drástico y eficaz, que garantiza la muerte de los insectos, han conseguido reducir la población de orugas procesionarias año tras año y mejorar el estado de los pinos, sobre todo, en la zona de Binissafúller, así como la seguridad en estos espacios.