Camps presentará el libro junto a Valladares, Trénor, Margarita Ballester, Rafael Suñol y Cecília Ligero | Katerina Pu

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Fruto de los artículos que, desde 2010, publica en «Es Diari», es el libro que Miquel Camps presentará este jueves, a las 19.30 horas, en la Sala d’Audiències del Claustre del Carme, en Maó. El trabajo lleva el mismo título con que el coordinador de Política Territorial del GOB acuña sus escritos, «Època de muda», y reúne cuarenta textos, elegidos de entre más de 300, de temática muy variada, pero siempre desde una perspectiva medioambiental. Un libro que prologa el reconocido científico Fernando Valladares y que ilustra el escultor Rafael Trénor.

¿Por qué «Època de muda»?

—El título se planteó en plena crisis financiera, había caído Lehman Brothers y hubo un enderrossall y sus efectos duraron años. Era una época de cambio, como la época de muda de muchos animales. Este momento social va más allá de la coyuntura de 2010, la crisis ecológica obedece al agotamiento del modelo de los últimos 200 años, con el uso de combustibles fósiles, abundantes, baratos y con mucha capacidad energética.

¿Es el fin de ese modelo?

—Hay indicadores e informes científicos que advierten que los recursos energéticos fósiles se agotan y, además, estamos generando una contaminación que provoca cambio climático y una serie de problemas. Es un momento de transición y debemos aprender a funcionar de otro modo, como sociedad. Hay una serie de reflexiones, que costarán y necesitarán años y décadas para recolocarnos en nuestro papel dentro del planeta, que nos va diciendo que se están superando sus límites y que se reduce la capacidad para absorber nuestros impactos. Muchos piensan que desde el mundo ecologista sólo hablamos de proteger los pajaritos y la naturaleza, pero el debate ecologista profundo es sobre cómo mantener las condiciones de vida adecuadas para la Humanidad. Porque si desaparecemos, la Tierra seguirá dando vueltas y habrá especies que sobrevivirán, como ha pasado a lo largo de su historia geológica.

¿Es optimista?

—Recibimos informaciones que ponen los pelos de punta, por el ritmo de degradación, y siempre tienes esa ansia de si llegaremos a tiempo. Pero conocemos muchas experiencias que muestran soluciones, por eso suelo ser optimista. Si me dedico a esto, es porque pienso que estamos a tiempo, pero hay muchos intereses y hay que cambiar muchas dinámicas y mentalidades.

¿El principal enemigo del medio ambiente es ‘don dinero’?

—Es lo económico y es la mentalidad, al final, la economía es una construcción humana. Los humanos tenemos tendencia a situarnos fuera de la naturaleza y, desde esa posición contemplativa, hemos ido creando un sistema económico que    se ha ido desligando de la realidad planetaria. Ahora, incluso el dinero es virtual.

Quizá lo más comentado en la Isla es la saturación turística.

—Es lo más mediático. Efectivamente, es un fenómeno nuevo que nos ha cogido desprevenidos, porque Menorca había hecho los deberes para controlar el crecimiento urbanístico, con nuevas urbanizaciones, en suelo rústico, crecimientos peri urbanos exagerados. Pero el fenómeno de las plataformas digitales permite que todas las casas sean alojamientos y ha disparado la capacidad sin poder planificarlo. Acogemos a mucha más gente y tiene efectos positivos inmediatos, los ingresos de uno al hacer el agosto. Pero tiene efectos negativos evidentes, degrada la oferta turística y aumenta la presión sobre los recursos naturales, el agua, la energía, los residuos que genera.

¿Qué es más preocupante?

—Hay temas más estructurales: estamos acabando con el agua dulce, con muchas zonas húmedas y torrentes que ya no corren; pérdida general de biodiversidad, han desaparecido muchos insectos por el uso de pesticidas. Son temas que preocupan, porque son la base del funcionamiento ecológico.

¿Cómo valora la revisión del Plan Territorial Insular (PTI)?

—Menorca ha hecho cosas muy importantes. De finales de los años 70 a parte de los 90 hubo una protesta ciudadana permanente, contra el modelo que se había diseñado de una Menorca urbanizada. Surgió el debate sobre qué modelo queríamos y, luego, se logró la Reserva de la Biosfera. El PTI de 2003 trasladó buena parte de esta filosofía al territorio y ha recibido premios a nivel nacional e internacional, por la    valentía y la apuesta por controlar estas cosas. La revisión del PTI intenta dar continuidad al modelo, pero mientras se hacía, ha aparecido la problemática del alquiler turístico y, cuando se apruebe, el diagnóstico, que era bueno, será insuficiente. Espero que la ley de Reserva de Biosfera dé herramientas para abordarlo.

¿Lo verde da valor?

—Una de las cosas por las que más se conoce a Menorca es por haber preservado muchas playas en las que, en su día, había un proyecto de urbanización. Las movilizaciones lo frenaron, se les decía que frenaban la economía, pero el tiempo ha demostrado que lo que más se valora es aquello donde se pusieron límites. El paisaje de Menorca es así, porque se decidió que no se construirían chalés en el campo. Eso da valor y es una reflexión que debemos mantener: a qué hay que poner límites para que gane valor, aunque inicialmente parezca que frene la economía. Menorca tiene la obligación de frenar el número de turistas, porque cada año vienen más; el número de vehículos privados; o el tema de las embarcaciones náuticas. Son fenómenos que crecen sin control y que dan muestras de superar las capacidades de carga.

Aun así, la principal crítica al ecologismo es la del ‘no a todo’.

—Es el titular fácil, pero luego ves que el GOB, en los años 80 ya se decidió que todo aquello a lo que dijéramos que no, debían ir con alternativas. Y el GOB plantea muchísimas. En todas las alegaciones o notas de prensa, siempre se apunta una posible solución, aunque parezca lejana. Y si la proponemos, es que la hemos estudiado, la directiva es pluridisciplinar y tenemos debates muy completos. En Menorca, el ecologismo es muy constructivo.