Dos pescadores, junto a una de las ‘barques del bou’ amarrada durante los dos días de huelga del sector, en el puerto de Maó. | Gemma Andreu

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El pesimismo se extendió ayer entre los pescadores menorquines de los barcos arrastreros tras conocerse el acuerdo alcanzado en la madrugada del miércoles en Bruselas. Las Cofradías de Pescadores de Maó y Ciutadella consideran «imposible» mantener los 130 días de salir a faenar pese al triunfalismo con el que el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación transmitió ayer el resultado de la negociación, que afecta al Mediterráneo Occidental y también al Atlántico.

Cumpliendo las medidas de sostenibilidad relacionadas con la imposición de vedas o paradas para proteger alevines, que es «lo mismo que ya hemos hecho en 2024, nos quedaremos en 90 días, dos meses menos de trabajo, así que ya estamos peor, que no diga el ministro que está contento», aseguró ayer el patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de Ciutadella, Xavier Marquès, quien dijo sentirse «muy decepcionado» con el acuerdo. El pacto alcanzado contempla mecanismos de compensación —para poder ganar más jornadas de faenar en el mar—, como sustituir las redes de pesca incrementando el tamaño de las mallas, una inversión que tendrá que hacer la totalidad de la flota española del Mediterráneo, formada por 574 arrastreros.

En concreto este cambio, que implica una elevada inversión para todas las barques del bou, supone que las mallas para pescar gamba pasen de los 40 milímetros actuales a 50, y las de la flota que pesque más hacia la costa, de 40 a 45 milímetros.

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«Tiene que cumplir toda la flota para alcanzar los 130 días, es imposible, además con ese tipo de mallas habrá menos capturas y menos ganancias», explica el patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de Maó, Martí Mata, quien añade que no están «contentos». «Al final se ha aceptado la reducción porque la negociación ha partido de los 27 días», asevera.

En efecto, la selectividad de los peces, el establecimiento de vedas y el cierre a la pesca de determinadas zonas, medidas todas ellas encaminadas a una actividad más sostenible, permitían hasta ahora a los arrastreros 130 días de trabajo e incluso mejorar esa cifra, que ahora con el acuerdo europeo es el tope máximo.

Los patrones de las cofradías ven el futuro de la pesca de arrastre cada vez más complicado. Sobre la sustitución de las redes, Xavier Marquès opina que «si el pescado adulto, que no crece más, escapa por esos agujeros más grandes de las mallas de las redes, qué hacemos, ¿vamos a pescar o a pasear dando vueltas por el mar?». En su opinión, con las restricciones que enfrenta el sector cada año no es extraña la falta de relevo generacional. «Un joven no se va a comprar una barca si luego no le dejan pescar, es hipotecarse para arruinarse después», recalca. Este profesional, que viene de generaciones de pescadores, afirma que sus abuelos pescaban la gamba con mallas de 36 milímetros, y que en 30 o 40 años esa medida pasó a los 40 actuales, «ahora pasan a 50, diez milímetros más, de golpe, lo que implica la pérdida de muchos kilogramos de capturas. Marquès considera «hipócrita» el discurso ecologista, y afirma que «no nos dejan pescar a nosotros, pero traerán gambas de cualquier lugar del mundo». También Martí Mata apunta la contradicción de que esta normativa será aplicable a las flotas europeas pero no a las del norte de África que faenan en el mismo mar. «En aguas exteriores vendrán a pescar de otros países que no les afecta la normativa europea y luego les compraremos a ellos, es un sinsentido», concluye.