Fernando Osuna cierra su carrera militar: «La Legión engancha, es otro estilo de vida»

Militar de carrera, se jubila tras casi medio siglo de servicio a España y afrontar misiones en lugares como Kosovo o Líbano

Osuna, de paisano, en una imagen reciente

TW
18

Fernando Osuna Sard (Maó, 1960) cuelga las armas. A ello obliga sus recién cumplidos 65 años, después de casi medio siglo en el Ejército y habiendo alcanzado el grado de coronel de la Legión. Hombre de aspecto recio e imponente, como corresponde a su jerarquía y ocupación, pero también de cuidadas formas y cultivado, además de que nunca se desprende de ese punto de cercanía que le convierte en una compañía siempre entrañable, su prolongado ciclo al servicio de España ha implicado muchas vivencias y experiencias, algunas de las cuales comparte con nosotros. Del mismo modo, pulsamos su parecer sobre ciertos temas de beligerante actualidad, como son Ucrania o ya en menor medida Cataluña.

Su vocación militar, le vendría por tradición familiar.

—Sí. Mi padre y mis abuelos eran militares, aunque yo quería ser ingeniero industrial. Pero al acabar sexto de bachillerato, mi mejor amigo quería ser militar y se iba a Zaragoza a hacer COU para preparar el ingreso en la academia. En esa época, el primer año en la academia te convalidaba el servicio militar. Y pensé, de no gustarme, al menos me quito el servicio militar. Pero fue superar las oposiciones, ir al campamento en Toro, Zamora, y me dije «esto es lo que me gusta».

¿Cómo se produce su ingreso en la Legión?

—Había tenido contacto con la Legión, pero había elegido Artillería, y la Legión era de Infantería, los tercios. Pero en 1995, coincidiendo con mi ascenso a comandante, se crea la brigada de la Legión, y con ello una unidad de todas las armas. Salieron las vacantes y me hizo ilusión. Fue un acierto. Pasé de tener soldados que hacían el servicio militar a una unidad profesional. Y la Legión engancha, es otro estilo de vida.

Todas sus misiones fueron con la Legión. Recuerdo que estuvo en Líbano.

—Sí, entre octubre de 2006 y marzo de 2007. Anteriormente, en 2001, estuve en Kosovo.

¿Cómo recuerda su estancia en la exYugoslavia, en el conflicto bélico más grave que ha habido en Europa desde la II Guerra Mundial?

—A Kosovo fui con el cuarto tercio de la Legión y como jefe de inteligencia de la agrupación española. Era una misión de la OTAN, éramos la autoridad. Y al ser oficial de Inteligencia, además de la responsabilidad de las tropas propias, si los albanokosovares o los serbios cometían algún delito, teníamos que capturarles y ponerles a disposición de los jueces de Naciones Unidas. Cuando entramos, los serbios se habían retirado y nuestra misión era evitar que volvieran a entrar en Kosovo. Pero la guerrilla albanokosovar se había hecho con el control de la zona y tuvimos que ir desmantelando aquello. No fuimos bien recibidos. Recuerdo que tuvimos que proteger un par de aldeas, de campesinos serbios, la mayoría gente de la tercera edad que estaba en peligro.

Líbano.

—Fue una misión de Naciones Unidas a raíz de la invasión de Israel. Estábamos en el sur, junto a la frontera con Israel, como fuerza de interposición, para evitar que Hezbolá actuara contra Israel o Israel contra Líbano. Una misión distinta, cuando vas de ‘casco azul’ puedes actuar para evitar un delito, pero si ya se ha producido, no tienes autoridad. Por lo que si había algún asesinato de Hezbolá, solo podías perseguir y comunicar su paradero. El ejército libanés era el que intervenía, pero era un ejército muy complicado. Una brigada era libaneso cristiana maronita y la otra era chiita. Hezbolá es chiita. En la zona cristiana sí aparecía el ejército libanés, en la zona chiita nunca. El escenario era muy complicado, en esa zona mandaba Hezbolá, no el gobierno, y encima había el conflicto con Israel.

Y Europa vuelve a estar movida. ¿Cómo evalúa la guerra entre Rusia y Ucrania?

—Los militares sabíamos, y se advirtió por medio de informes, que Rusia iba a invadir Ucrania. Pero en la OTAN deciden los presidentes de gobierno, no los militares. Se avisó, no se hizo nada y al final ocurrió. Y la solución fue apoyar al ejército ucranio con munición, armamento, y seguramente también con inteligencia... Rusia creyó que la invasión iba a durar tres días y fracasó. Ucrania tuvo apoyos, es evidente. El plan ha sido desgastar a Rusia económicamente para que pare, pero los que se juegan la vida son los ucranianos.

¿Cree que el conflicto puede ir a más y afectar en otras zonas de Europa?

—Creo que no. La OTAN, que además tiene tropas desplegadas en Letonia, Estonia... es mucho más fuerte que el ejército ruso. En Kosovo había un batallón ruso. Mal vestido, mal equipado… me llevé una pésima impresión. Lo que ocurre es que Rusia tiene el arma nuclear y según su constitución puede hacer uso de ella si su territorio está en peligro. ¿Ucrania es territorio ruso? Si la OTAN se hubiera desplegado en Ucrania, Rusia nunca se habría atrevido a entrar porque sabe que es inferior. Creo que las decisiones políticas están influenciadas por ese temor, del uso del arma nuclear.

¿Entiende que haya gente contraria al incremento del gasto de Defensa?

—Necesitas un ejército potente para evitar la guerra. Y es una certeza que en España, desde hace muchos años, el presupuesto que se destina a Defensa no es el que debería ser. Eso es un problema, pero se trata de decisiones políticas.

El conflicto catalán. ¿Temió por la unidad del país?

—Pasaron cosas, que dañaron la imagen de España, e implicaron un coste económico, pero nunca temí por eso. La independencia de Cataluña habría pasado por ganar una Guerra Civil, con dos ejércitos enfrentados, pero para eso, la Generalitat debería tener un ejército, pero no es el caso.

¿Estaría a favor de recuperar la ‘mili’?

—Desde el punto de vista militar, necesitamos unidades profesionales, no empezar cada nueve meses. Es cierto que dentro de las unidades hay puestos que no requieren de un gran grado de instrucción, puestos logísticos, de apoyo. En la Legión tenía 300 soldados, 220 profesionales, el resto hacían la mili, y esos hacían tareas concretas que al profesionalizar el ejército, dejaron de hacerse. Claro, les necesitábamos. Habría venido bien en parte mantener el servicio militar, quizá con una duración más corto. En suma, era como pagar un impuesto, pero con meses de tu vida.

Y si se reimplanta, dada la igualdad que piden las mujeres, ¿ellas también deberían cumplir?

—He tenido damas legionarias fantásticas. Y sargentos y oficiales mujeres, fantásticos. Están perfectamente capacitadas.

Ha sido presidente del Sporting, ahora de la JIM, su experiencia castrense, ¿le ha servido de algún modo para desenvolverse en esos cargos?

—No, se trata de dos mundos completamente diferentes. No tiene nada que ver una cosa con la otra.

El apunte

La lealtad entre militares, mayor que en otros gremios

Fernando Osuna ingresó en la Academia General Militar de Zaragoza a los 17 años, de la que salió un lustro después con el grado de teniente. Se jubila como coronel y pone en valor «la lealtad» que hay entre militares. «Nos ayudamos mucho entre nosotros», dice. Define de «complicado», sobre todo para la familia, un cambio de destino; Gavá, Mallorca, Almería, Madrid y Segovia, además de Menorca, han sido en ese sentido las plazas que le han deparado, misiones al margen, su carrera militar, una profesión que considera «respetada» y en la que dos de sus tres hijos, ya oficiales, le harán el relevo.