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La rissaga de 98 centímetros que se produjo el pasado 30 de julio en el puerto de Ciutadella era solo un aviso de lo que estaba por venir: la oscilación del mar alcanzó este sábado a primera hora de la mañana los 127 centímetros y, aunque no ocasionó daños materiales graves, sí causó pequeños desperfectos y mantuvo en vilo a residentes, propietarios de establecimientos de la zona portuaria y de embarcaciones amarradas.

El aviso de alerta naranja de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) se cumplió y a las 7.30 horas de la mañana se alcanzaba el nivel máximo del agua, con oscilaciones que siguieron durante la jornada aunque ya de manera más suave. La alerta se rebajó a amarilla y se mantuvo así hasta las cinco de la tarde, momento en el que pasó a verde o sin riesgo.

Durante la jornada, inestable, con tormentas y nulas posibilidades de broncearse en la playa, la segunda rissaga en tres días se convirtió en una atracción turística más, con numerosas personas que se acercaron al puerto a observar y fotografiar, con curiosidad, esta característica marea alta de Ciutadella pero a la vez, poco usual en el Mar Mediterráneo. Los ocupantes de barcos en tránsito atracados en el puerto pasaron una noche movida en sus camarotes, la del viernes al sábado, y pocos se aventuraron a navegar, prefiriendo permanecer amarrados en los muelles o fondeados en las zonas cercanas como Cala des Degollador.

La zona terrestre al final del puerto, Es Pla de Sant Joan que acoge las fiestas y también buena parte de los bares y discotecas, permaneció cerrada mientras duró la rissaga, según informó la Policía Local. Los bomberos por su parte no realizaron ninguna actuación especial debido a la oscilación del mar y se limitaron a un control visual, ya que las inundaciones fueron de pequeña consideración, según afirmaron.


Crecida generalizada

Lo más llamativo de la crecida del mar experimentada ayer es que se dio no solo en Ciutadella sino también en otras zonas costeras de la Isla. Así, la tranquila playa de Es Grau sufrió su particular rissaga y ésta casi inunda el restaurante Tamarindos, ya que el mar se quedó a dos centímetros de entrar por la puerta. «Alguna vez crece, cuando sopla el viento de Llevant, pero esta subida ha sido más alta de lo habitual», explicaban en el local, que aún no había abierto cuando osciló el agua, entre las 9 y las 9.30 horas. Algunos lectores afirmaron que el mar hace ya algunos días que por las tardes crece también en la Cala Sant Esteve de Es Castell. La fuerte oscilación coincidió con el segundo plenilunio en un mismo mes, que se dio el pasado viernes, la denominada blue moon. Un fenómeno astronómico que no volverá a darse hasta enero de 2018.