Diego Lastra, en una imagen del pasado mes de julio

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La trágica muerte de Diego Lastra Gutiérrez (Bilbao, 1975) el pasado sábado ha dejado un reguero de tristeza en cuantas personas le trataron durante su larga estancia en la Isla a la que puso fin en 2008. Fueron doce años en los que el joven abogado que padecía una parálisis cerebral causada por una anoxia en el momento de nacer se implicó en la sociedad menorquina como trabajador del Consell Insular, en el departamento de Movilidad, en Caritas Diocesana, como voluntario, o colaborando con la abogada Marta Vidal, entre otras actividades.

Su discapacidad del 86 por ciento y la condena a la silla de ruedas no fueron obstáculos para que se graduara en Derecho en la Universidad de Deusto antes de su llegada a Menorca junto a sus padres, donde se instaló en Alaior. «Era una persona estupenda, divertida, se reía de todo», recuerda la exconsellera Aurora Herráiz, que le trató en la Isla.

José Antonio Fortuny, compañero activista en el Foro de Vida Independiente, un colectivo a nivel nacional que lucha por los derechos de las personas con diversidad funcional, por no ser encerrados en residencias y vivir una vida autónoma, Gabriela Mir, Jordi o Emili de Balanzó, además de una joven de Ciutadella que padecía la misma discapacidad, fueron algunas de las grandes amistades que forjó en la Isla. «A Diego le hubiera hecho ilusión quedarse a vivir aquí. Siempre me decía que si hubiera tenido ayudas suficientes para ser independiente se hubiera quedado, soñaba con compartir la vida con la novia que tenía aquí», explica José Antonio Fortuny.

«Vinimos aquí porque pensamos que era un lugar mejor para su desarrollo, que iba a tener más libertad de movimientos, y aquí todos fuimos muy felices; Diego también se sentía menorquín», explica su padre, Pepe Lastra, promotor inmobiliario a quien la crisis retornó a Getxo.

La perseverancia de Diego Lastra, por ejemplo, propició la instalación de rampas en la playa de Binibèquer para facilitar el acceso de las personas con movilidad reducida. Su vida fue una sucesión de retos de todo tipo (parapente, tirolina, esquí...) para ejemplarizar que las limitaciones no existen en la mente si desean superarse.

Diego perdió la vida el sábado por un descuido humano en un parque de aventura de Beartzun (Navarra). Su padre explica que se olvidaron de colocarle uno de los cables de sujeción que debía unir su arnés con la sirga que atraviesa el barranco antes de lanzarse en la atracción 'Péndulo' a 100 metros de altura. «No tengo rencor al responsable del fallo humano pero sí a la empresa por no tomar todas las medidas para que este error no se diera, eso sí es inadmisible», señala consternado.