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«Pericles» llegó a la casa de Juan y Luci Esperanza hace seis años. Es una mezcla de pitbull y braco alemán que les regalaron un domingo en el mercadillo de Es Freginal. Es un can hiperactivo, ladrador y, dado su mestizaje, considerado un perro potencialmente peligroso. Nunca hasta el domingo, sin embargo, había atacado a nadie, aunque es gruñón y se altera cuando ve movimiento de niños u otros perros.

«Yo había cerrado la habitación para dormir un poco más y que el perro no entrara porque le gusta subirse al colchón», narra Juan Viriato Garrido desde la habitación 402 del Hospital Mateu Orfila. Fue entonces cuando el perro mordió en el brazo a su mujer, Luci Esperanza Fernández. «Salí corriendo ante sus gritos, llamé al perro por su nombre -Peri- y entonces se dio la vuelta porque tenía a mi mujer casi tendida en el suelo y vino hacia mi, me mordió el brazo izquierdo y yo traté de estirarle por la mandíbula para que me soltara», explica el hombre de 37 años, camarero en un restaurante de Sant Climent.

«No me lo podía sacar de encima hasta que mi mujer lo cogió por detrás y me lo quitó», continúa. Lejos de calmarse el perro volvió a atacar a la mujer mientras el hombre se dirigía a otro punto de la casa, cerca del baño. «El perro vino de nuevo hacia mi y me empezó a morder el otro brazo hasta que se me agarró en un dedo, me desgarró el tendón y parte del hueso que me han tenido que reconstruir en la operación».

Ese último ataque ocurrió ya en la puerta del baño donde finalmente pudieron encerrar al animal y llamar a la ambulancia que llegó de inmediato para trasladar a los dos heridos al hospital. Minutos después llegaba la Policía Local. La mujer fue dada de alta tras ser atendida de las heridas más superficiales pero el hombre precisó intervención quirúrgica durante más de tres horas y aún permanece ingresado.

El lacero municipal de Sant Lluís pudo entreabrir la puerta del baño no sin dificultades para pasar el lazo y atrapar al perro que fue conducido a la perrera municipal hasta que se evalúe su estado. Está claro, en todo caso, que sus dueños no lo quieren más en casa. «Mi mujer tiene lástima pero yo siento terror por el ataque cuando pienso lo que sucedió e incluso me afectará cuando vuelva a casa; él ya no puede volver con nosotros y yo ahora mismo no quiero saber nada de tener otro perro en casa».

Se pregunta Juan qué hubiera sucedido si le muerde el cuello, si su mujer se encuentra sola en casa o si ataca a otra persona en la calle. «Es cierto que en ocasiones preferíamos no sacarlo porque el instituto está muy cerca -viven en la calle Vasallo- y hay muchos niños alrededor». De todas formas, asegura, «el perro siempre ha estado bien atendido, le hemos dado una buena educación y tenemos su pasaporte y documentación en regla, aunque al no ser de raza pura, creo que no se refleja en ella que sea potencialmente peligroso».

En la Nochebuena tuvieron invitados a cenar pero el perro ya los conocía. «Pericles» tiene un futuro incierto pero su casa ya no será la que había conocido siempre.