El crimen ocurrió en junio de 2018 en una nave del polígono de Ciutadella

TW
2

«Si le soy franca, aún no sé con certeza dónde está enterrada hoy mi hija». Es el testimonio desgarrador de María Caridad Montilla Manzanilla, madre de Elisabeth Pimentel Montilla, de 36 años, fallecida el 18 de junio de 2018 en un jacuzzi de plástico en Ciutadella, en la nave del polígono en la que residía junto a su esposo.

Ante el inicio del juicio a su yerno, acusado de asesinarla, la madre de Elisabeth habló para MENORCA «Es Diari» desde el estado de Miranda, en Venezuela, de donde es natural la familia. Llora a través del teléfono, convencida de que Eduardo Enrique E.R. la mató, cuando explica que el cadáver de su hija permaneció seis meses y tres días en una cámara frigorífica del tanatorio, en Menorca, para ser trasladado posteriormente a Barcelona, donde fue enterrado. «El nicho estaba alquilado por tres años que ya han vencido y como no creo que él haya podido ir a recuperarla, puede que mi hija esté en una fosa común, pero no lo sé».

Tras la muerte de Elisabeth, Eduardo no fue detenido por la Policía Nacional hasta 17 meses después, cuando había rearmado su empresa de alquiler de barcas, cuya sede tenía en Es Migjorn Gran. En ese tiempo, «él se comprometió a enviarnos el cuerpo aVenezuela, me hizo comprar un terreno en el cementerio para enterrarla, pero pasaron seis meses hasta que el juzgado permitió que la enterraran». Añade que ella llamaba de vez en cuando al Juzgado «y creía que él cumpliría su palabra y haría los trámites para enviarnos el cuerpo». Después, afirma, su yerno cambió «y me dijo que Elisabeth se iba a quedar en España con él y que no quería saber nada de lo demás». La falta de recursos de una familia humilde ha impedido actuar de otra forma para repatriar el cadáver.

Noticias relacionadas

María Caridad Montilla declarará el    martes, en la vista en la que se juzgará al marido de su hija, aunque ella no duda de que fue él quien asesinó a su hija. «Cuando me llamó para darme la noticia diciéndome que se había ahogado en el jacuzzi, yo le dije que eso no podía ser, y que presentía que era él quien la había matado». Afirma entonces que su respuesta fue, «bueno, si usted lo cree así, así es». Añade la madre que «yo espero que se haga justicia, no puede quedar impune, porque seguirá enlutando a más familias, es una mala persona que ha de estar presa, se las da de loco, pero no lo es».

Sus sospechas se acrecentaron aún más cuando supo que estaba acusado de matar a otra joven que había sido su novia en Venezuela. «Yo no lo sabía, y tampoco que mi hija le había denunciado dos veces al menos, por pegarle; me enteré en una declaración, pero luego lo relacioné todo». Recuerda que, en su presencia, en un viaje que hizo a España, «él le gritaba y le ordenaba de mala manera para que hiciera las cosas a su gusto, y yo le dije que no había necesidad de hablarle así, pero él solo se reía».

Su hija nunca le confesó que le había denunciado dos veces por malos tratos, pero ella supo que al menos en una ocasión la obligó a tener sexo con otros hombres en un local, mientras él hacía lo propio con otras mujeres, explica. «Yo pido justicia, este hombre es como un psicópata que no debe seguir haciendo mal a la gente».

El juicio al acusado de asesinato se celebrará entre el lunes y el jueves de la semana próxima ante un tribunal del jurado. El fiscal y la acusación particular piden una condena de 25 años de prisión por asesinato, con los agravantes de género y parentesco.

El apunte

Asegura que abusó de su otra hija y la amenazó de muerte si lo contaba

Otro episodio que refuerza su convicción de que el marido de su hija es quien la asesinó, ocurrió en un viaje de su otra hija menor a España, un año antes de los hechos que se van a juzgar la próxima semana. «Ella tenía 17 años y, cuando regresó a Venezuela, yo la veía triste. Hablando, me dijo que un día fue a la playa con él y la drogó para aprovecharse; despertó desnuda, aturdida y convencida de que la había drogado para abusar de ella, aunque dijo que no la violó». Luego, añade, «la amenazó diciéndole que, si se lo comentaba a Elisabeth, la podía matar en cualquier monte de Menorca donde no la encontraría nadie». Tras la muerte de Elisabeth «me llamaba todos los días», recuerda la madre, «y dado lo mal que estaba nuestro país me llegó a proponer que mi otra hija colgara fotos con poca ropa en páginas de internet para obtener ingresos».