Alabanzas a un pueblo. El pregonero destacó «la buena fe y el buen hacer» que definen a Alaior | Gemma Andreu

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«Al Ayuntamiento nos vamos a tomar la primera pomada». Con esas palabras, la alcaldesa de Alaior, Misericordia Sugrañes, daba el pistoletazo de salida a Sant Llorenç 2017. Pasaban cinco minutos de las nueve de la noche y en una concurrida avenida Pare Huguet acababa de sonar el primer toque de fabiol de la mano de Cristóbal Vinent. Poco después de que el caixer fadrí, Antoni Marquès, recibiera la bandera y el caixer Sebastià Garriga fuera objeto de un reconocimiento público por cumplir un cuarto de siglo como miembro de la qualcada.

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Fue una ceremonia ágil, en una tarde más fresca de lo habitual para una tarde de agosto. Y es que la alcaldesa ya había advertido al pregonero de este año, Pere Pons Ester, que no hablara mucho, que la gente «lo que tiene es gana de fiesta», tal y como reconoció durante su discurso quien actualmente ostenta el cargo de vicepresidente de la compañía multinacional de cosmética Estée Lauder. Apenas diez minutos le bastaron para pronunciar un pregón que se convirtió en todo un ejercicio de nostalgia.

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