Miembros de la familia de los Amics del l‘Art des Migjorn Gran relataron la historia de la Gran Migjornale en el Pla de l’Esglesia | Javier Coll

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Corría el año 1978 cuando Bruce McLean, artista escocés con residencia en Es Migjorn Gran, comentó con un amigo la idea de organizar en Barnes, el barrio londinense donde vivían, una muestra utilizando las casas particulares como escenario. Aquello fue la semilla de lo que se convirtió en la Gran Migjornale, y un resumen cronológico desde ese momento hasta la actualidad fue este viernes el hilo argumental del pregón pronunciado por la Associació Amics de l’Art des Migjorn Gran, entidad que nació en 2008 para dar continuidad al que sin duda es, cada dos años, uno de los actos culturales más populares del verano menorquín.

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Para la asociación, «pese a ser todavía joven y no tener mucha historia», reconoció su recién nombrado presidente, Pere Gomila Pons, «es un orgullo ser una de las partes protagonistas de nuestras fiestas patronales». En su discurso recordó especialmente como «han tenido que pasar casi 30 años para que la idea de arte itinerante viese la luz», algo que acabó convirtiéndose «en un éxito más grande de lo que ninguno imaginaba. Fuimos pioneros y un referente para los otros pueblos», recordó.

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