Los sacerdotes de la Diócesis concelebraron en la tarde de este miércoles la Misa Crismal en la Catedral | Josep Bagur Gomila

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Los oficios de Semana Santa se centraron este miércoles en la Misa Crismal, una celebración única durante el año litúrgico en la que se consagra el crisma y se bendicen los óleos para los bautizos, confirmaciones y la unción de los enfermos. Adquiere mayor significado y contenido porque en esta Eucaristía los presbíteros renuevan sus promesas sacerdotales.

El obispo emérito Joan Piris presidió este miércoles por la tarde la Misa Crismal en la Catedral, como ya hizo en marzo de 2016, al encontrarse de nuevo la Diócesis en situación de sede vacante. En la homilía, el prelado calificó de «regalo» la oportunidad de volver a compartir la Semana Santa con la «querida Iglesia de Menorca». Piris lamentó que «tengamos que vivir el Misterio Pascual con el corazón encogido por los últimos acontecimientos de violencia y sufrimiento de tantas personas en Ucraina y otros lugares».

Destacó la bendición de los óleos y la consagración del crisma y manifestó que «muy probablemente será utilizado para ungir al nuevo obispo que Dios os enviará a Menorca por medio del papa Francisco». Piris pidió a los menorquines dar gracias por «el sacerdocio ministerial, rezando por el servicios de vuestros presbíteros, dando gracias por su dedicación y generosidad al entregar su vida, tiempo, fuerzas y salud para el bien de los hermanos».

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Desafíos y oportunidades

Dirigiéndose a los sacerdotes que concelebraron la Misa Crismal, les dijo: «sabemos por experiencia propia que nuestro ministerio consiste en guiar, animar, reunir, alimentar, curar heridas, cuidar solícitamente y acompañar con proximidad cordial a nuestro pueblo». A continuación afirmó que «nuestro servicio comporta alegrías y esperanzas, también dificultades, inquietudes y grandes desafíos pastorales. Pero los desafíos pueden convertirse también en grandes oportunidades».

Joan Piris preside los oficios de esta Semana Santa en la Isla. Fue ordenado obispo de Menorca en abril de 2001, tras haber sido nombrado por el Papa Juan Pablo II. Estuvo al frente de la diócesis menorquina hasta 2008, cuando fue nombrado obispo de Lleida por Benedicto XVI.

En septiembre del 2015 concluyó su ministerio pastoral en esta diócesis catalana con la toma de posesión de Salvador Giménez Valls, que había sucedido a Piris Frígola en Menorca.