Imagen de un grupo de jóvenes en la puerta de Atic, uno de los locales que utiliza como reclamo el cartel de la fiesta

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Hubo un tiempo en el que el puerto de Maó, por la noche, era toda una fiesta. Estamos hablando de la década de los 90, cuando el ocio nocturno vivió en esa zona su época de máximo esplendor. Así lo rememora Mikel Jorge, responsable de uno de los negocios con más historia en esa parte de la ciudad, la sala Akelarre, que justamente este año está celebrando su 40 aniversario.

Fue precisamente en ese establecimiento donde el pasado mes de junio tuvo lugar la primera edición de una fiesta revival noventera. El éxito de la convocatoria fue tal que mucha gente se quedó en la puerta al agotarse las localidades. Es por ello que los promotores ya decidieron entonces que una vez terminada la temporada turística volverían con una segunda edición. El momento ha llegado y la fiesta tendrá lugar este sábado a partir de las 23 horas.

La nostalgia vende, y en esa tradición de rescatar décadas del pasado, parece que en la actualidad es el momento de los 90. Unos años que muchos recuerdan con un cariño especial. «Fue una época dorada», sentencia el DJ Kike Sastre, uno de los protagonistas de la fiesta y quien rememora cómo por aquel entonces «había bares de copas desde la sede de Hacienda, puerta con puerta, hasta el Mesón del Puerto».

Junto a Akelarre, unas chapas de KaDeWE e Ícaro sirven como reclamo en el cartel de una fiesta en la que se quiere rendir homenaje a un colectivo de establecimientos del que también formaron parte en su día Golfo Pérsico o Terminal. Los noventa fueron sin duda unos años maravillosos, tanto para clientes como empresarios, pero la cosa empezó a perder color en 2002. Comenta Sastre que no son pocos los que opinan que la entrada en circulación del euro, que implicó un aumento del precio de las consumiciones, propició que la fiesta comenzará a derivar por otras rutas, entre ellas la del ‘botellón’.

Según Jorge, la zona tocó fondo en 2008, cuando Akelarre se quedó prácticamente como último estandarte del ocio nocturno en el puerto. No tuvo más remedio que «reinventarse» añadiendo la oferta gastronómica para remontar y seguir todavía en pie y con buenas perspectivas. Un lugar al que ahora suelen acudir pandillas que ya rondan los 50 años y que de vez en cuando organizaban fiestas privadas. Precisamente en el grupo de whatsapp de una de ellas surgió la idea de «hacer algo más grande», relata Sastre cuando recuerda cómo nació la idea de la fiesta revival.

En los últimos años el ambiente ha rebrotado en el puerto con la apertura de nuevos negocios. La diferencia principal, cuentan, es la oferta musical. Donde antes cada establecimiento tenía un sello muy reconocible gracias a la selección de canciones que se pinchaban, parece que actualmente el sonido urbano, con el reguetón a la cabeza, no tiene rival.