TW
0

Estaba tomándome yo un café en el aeropuerto de Barcelona, cuando sonó el teléfono. "Se ha confirmado", me dijo entonces mi confidente. Era un 18 de febrero de 2009, y lo que se había confirmado era la dimisión de Llorenç Brondo como alcalde de Ciutadella. Era el principio del fin de uno de los episodios más truculentos y vergonzosos de la historia reciente de la ciudad, y este final era a la vez el principio del gobierno PSOE-PSM en poniente. Un tándem que empezó a caminar de manera oficial el 16 de marzo de 2009, ahora hará un año, con el apoyo imprescindible de Joan Triay y su sorprendente UPCM.

El dúo Pilar Carbonero-Maite Salord empezó pedaleando con fuerza, intentado poner rumbo hacia la normalidad de una ciudad en la que, antes del cambio, el ciudadano se despertaba entre ansioso y preocupado por saber qué nuevo episodio le deparaba la crisis institucional. El tándem, no obstante, tenía algunos frenos puestos. El primero, la economía.El segundo, las enormes expectativas depositadas en este cambio. El tercero, llegar a un Ayuntamiento a medio mandato. Y el cuarto, la aritmética política que les dejaba y les deja en minoría en el Salón Gótico.

Ha pasado un año, y toca mirar hacia atrás el camino recorrido. La propia alcaldesa admitía la pasada semana que, en su opinión, no se han cubierto las expectativas. Ese es, seguramente, el mayor lastre de este equipo de gobierno. Llegó al poder tras una pésima situación política en el Ayuntamiento, y parecía que el nuevo pacto era la gran esperanza, la solución a todos los males. La gente esperaba mucho del tándem Carbonero-Salord, seguramente demasiado, y muchas veces peor contratiempo que las críticas son las esperanzas exageradas. En un año no se puede cambiar el Ayuntamiento como si de dar la vuelta a un calcetín se tratara. Y eso hay que explicarlo sin tapujos. A veces se ha hecho, pero otras tantas se ha usado el argumento de la situación económica, que sin dejar de ser cierto, acaba por gastarse.

Noticias relacionadas

No hay duda, no obstante, de que se han cambiado cosas en el Ayuntamiento de Ciutadella. Salord y Carbonero, Carbonero y Salord, presumían la pasada semana de haber devuelto la normalidad a la institución y a la ciudad. Cierto. Ahora los ciudadanos ya no esperan a ver qué líos saldrán del Ayuntamiento, sino que esperan proyectos. Ahora la polémica no está en las maneras, sino en las iniciativas. Y esto, que en otros municipios parecerá lo más normal del mundo, era algo muy añorado en Ciutadella.

El debate, además, está incluso dentro del equipo de gobierno. Un pacto siempre es un pacto, son dos o más intentado consensuar cosas, y a veces no siempre se consigue. Entre PSOE y PSM ha habido fricciones, algunas más sonadas que las otras. Algunas han sido públicas, como el primer voto del PSOE a favor de los cruceros en el dique. Otras no han trascendido, pero han existido. Esta situación, no obstante, no ha paralizado grandes proyectos, y la imagen pública transmitida casi siempre es la de unidad. Al fin y al cabo, son más las cosas que unen que las que separan, y ese es el pegamento que permite a cualquier acuerdo seguir funcionando.

Cada uno decidirá si el balance de este año es bueno o malo. Para el equipo de gobierno, es un aprobado alto, seguramente. Estos días veremos como la oposición probablemente les suspende. Esto no cambia, gobierne quien gobierne. Eso sí, excepto UPCM. Es el socio que no es socio, el apoyo imprescindible. Joan Triay es seguramente el gran triunfador de este año. Desde fuera del gobierno ha influido en él, pero también ha podido actuar en coherencia con su ideología. Es decir, puede decir que no está con la izquierda en un mismo gobierno, pero a la vez tampoco está al lado de un PP y de un Grupo Mixto a los que ha combatido con dureza. En fin, ha pasado un año en Ciutadella, y casi no nos hemos dado cuenta. ¡El tiempo vuela!