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Clase política, aficionados y entidades hermanas de la Isla deberían poner en valor el único estertor que queda en la Isla de lo que, hasta hace no mucho tiempo, fue el deporte profesional. Solo el Club Volei Ciutadella se aroga esa condición y la mantiene con una extraordinaria dignidad, tanto que incluso este fin de semana ha vuelto a disputar una final de una competición nacional de primer nivel.

De la noche a la mañana amenazó con la retirada, presionó con sutileza y logró salvar el 'match ball' hace dos veranos a costa de la reconvesión obligada de una plantilla superior en una de andar por casa. Capeó el año como pudo, la sucesión de victorias se transformó en sucesión de partidos insípidos jalonados con derrotas abultadas o victorias similares dada la descompensación de la categoría venida a menos.

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Pero una temporada más tarde, la continuidad del grupo y un par o tres de retoques han devuelto el protagonismo al Ciutadella, al Valeriano Allès Menorca, justo en su competición más esquiva, la Copa de la Reina. Contra pronóstico porque entraba como último clasificado, el grupo de Bep Llorens se plantó ayer en la gran final que no existió como tal dada la enorme superioridad del gran favorito, Murillo, y el cansancio físico acumulado. Pero El Valeriano ya era campeón desde el momento que compitió en buena lid, en los cuartos y la semifinal.

Será un deporte minoritario, habrá perdido afición después de casi una década en la élite, pero, como apuntábamos al principio, pongamos en valor lo que hace este club, como traslada el nombre de Ciutadella y la Isla por la geografía nacional con éxito y reconozcámoselo como se merece. Enhorabuena, en todo caso.