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Hace algunos días, una semana o dos, visité a un amigo de infancia con el que mantengo una relación más o menos periódica. Los dos somos jóvenes y guapos cincuentones, y además tenemos la facultad, el don, de darle soluciones teóricas a todos, absolutamente todos, los problemas del mundo. Esas cinco décadas que decoran nuestros diferentes 'dni' nos permiten bromear con el tema de la solución a la relación nominal del caos que vivimos, aunque la verdad es que el conflicto mundial está para muchas cosas menos para bromas.

El caso es que llegué media hora antes a la cita y Toni, mi amigo, se encontraba con un pie dentro de la bañera presto a disfrutar de una ducha matinal que te reinicia el cuerpo y el alma a la vez que el sistema operativo personal cobra enteros para afrontar la jornada.

Mientras Toni destrozaba la estrofa 'si yo fuera rico' cantando bajo la ducha, me senté junto a Pau, su hijo. Este se disponía a dar buena cuenta de una baguette acompañada de cola cao calentito, unas galletas… Le armaré conversación, pensé, y cuando me disponía a bromear sobre sus relaciones en el arte del amor –Pau tiene cinco años recién cumplidos- se me adelantó y me disparó a quemarropa con munición inesperada, bañada con el sarcasmo que ha heredado de su padre.

- Dice mi padre que los dos os habéis portado bien este año… así me gusta, los Reyes Magos no os tendrán que traer carbón… ¿Qué les has pedido tú, Rafa?

Pau me planteó una cuestión seria y esperaba que yo le contestara con la misma formalidad. Por suerte para mí, sonó el teléfono. Al otro lado de la línea intuí que era su madre, circunstancia que añadida a la ducha de Toni me otorgaba unos bonos en forma de minutos en los que debía listar mis solicitudes a los Magos.

Recuerdo que el primer pensamiento que tuve tiene que ver con una historia bíblica –Juan, capítulo 9- en la que cuenta que un invidente de nacimiento es sanado por Jesús con un método que ya me sorprendió la primera vez que la leí. El Mesías escupió en la tierra, formó un cúmulo de barro que esparció sobre sus ojos a la vez que enviaba al ciego a limpiarse el rostro al estanque de Siloé, de donde regresó totalmente curado, Me dio qué pensar la fórmula que utiliza Jesús en esta ocasión: escupir para fabricar barro, una acción reprobable como es escupir y un material sucio como es el barro. Reflexiono y me pregunto aquello tan manido de si el fin justifica los medios… No lo sé, tú.

La historia cuenta que el invidente regresó al mismo lugar donde el Mesías había obrado el milagro para dar fe a quien quisiera escuchar. Obviamente hubo seguidores que se maravillaron y detractores que encontraban razones que eclipsaban el milagro. No importa, ya que no es este el matiz que me llamó la atención de mi particular y peculiar regreso al pasado.

Mi sueño despierto imaginaba al ya exinvidente de regreso portando unos auriculares enchufados a su Mp3 escuchando el tema 'Imagine' del mítico y malogrado John Lennon. En su camino iba cantando en voz alta, casi gritando…

''Nada que matar o morir, y tampoco religión. Imagina a toda la gente viviendo la vida en paz''… "Puedes decir que soy un soñador, pero yo no soy el único, espero que algún día te unas a nosotros, el mundo vivirá como uno''.

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Pau me miraba fijamente. Ya no conversaba con su madre y la baguette, cola cao y galletas habían comenzado su proceso digestivo, por lo que se lanzó a la yugular con ferocidad y sin contemplaciones.

- Jolin, Rafa, parece que has visto a un fantasma… ¿Me vas a decir qué has pedido a los Reyes Magos o te hago yo la carta?

- Deja-deja Pau, ya me encargo yo… mira les he pedido… veamos que recuerde… sí, ya recuerdo… un mp3, el recopilatorio del 'escarabajo' John Lennon y sobre todo, salud… muy importante.

- ¿Sólo eso Rafa? Qué aburrido… qué aburrido y qué casualidad.

- ¿Casualidad dices?

- Sí, casualidad. porque mi padre ha pedido lo mismo que tú.

- Mira qué bien, Pau, ahora sólo falta que se haga realidad.

- ¿Te imaginas?

- Sin comentarios… sólo imaginemos, ¿vale?