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Estimados Lectores,

La vida está llena de decisiones, decisiones que a veces se toman en un santiamén, como escoger si tinto o si blanco ante un buen pescado. Pero como sabrán, a veces no todo resulta tan sencillo. Hay decisiones que nos quintan el sueño. Decisiones que corrompen nuestras neuronas hasta inutilizarlas y situarnos en un punto de no retorno, donde la opción escogida, no es más que finalmente, el fruto del tiempo o del azar.

Fíjense en que diariamente la vida nos pone a prueba con nuevos dilemas, donde la elección, más que en una libertad, se convierte en toda una responsabilidad, incluso en su mayoría, en un compromiso ineludible, que si lo dejamos en manos del destino o la improvisación puede que nos juegue una mala pasada. Y es que la improvisación es un arte que no todos dominamos. Coincidirán conmigo que en la rutina no hay cabida para las decisiones no meditadas, porque el error conlleva en muchas ocasiones, un duelo que no estamos dispuestos a asumir. ¿Cómo explicarle entonces a un amigo que su amistad no está siendo la esperada?, ¿cómo decirle a una pareja que ya no sentimos lo mismo?, ¿cómo expresar una opinión que quizá duela o no coincida con la mayoría?, ¿lo decimos o mejor lo silenciamos a la espera de que el sino nos bendiga con la decisión acertada?

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Si estudian su historial de relaciones interpersonales se darán cuenta de que está lleno de cabos sin atar y de decisiones por tomar, llegando al desbordamiento de vinculaciones insignificantes, engañosas e incluso mediocres, de las que somos plenamente conscientes, pero sin saber muy bien el motivo, nos empeñamos en mantener. ¿Se han preguntado alguna vez por qué?, ¿quizá por miedo a encontrase cara a cara con "La Soledad"?, ¿o quizá por puro terror a que la sociedad apunte con su mirada hacia nuestra persona, sintiéndonos cual preso en plena huida, escabulléndose de los focos de un patio penitenciario? Piénselo.

Yo les animo a que sea lo que sea lo que pase por sus mentes, se valoren, a que vean en sí mismos el mejor de los "sommeliers" y a que decidan seguros de lo que hacen, qué vino tomar en la cena de la vida. Les animo a que escojan el camino del cual van a sentirse orgullosos, a que venzan al contexto y enfrenten la hipocresía social. Les aliento a que aboguen por la autenticidad diplomática, a que no se achanten ni silencien, a que aprendan a exponer sus opiniones pese no agraden a la mayoría, a que se deshagan emocionalmente de aquellas relaciones que no les funcionan, a que se nutran únicamente de quién realmente admiran y que lejos de sentirse intimidados por aquéllos que les critican, se conviertan en los líderes de sí mismos y decidan por fin, continuar su camino.

Descorchen una botella, escojan su copa, estudien su textura, remuevan su interior, huelan su aroma, degusten y finalmente decidan si ese trago que están a punto de dar, es merecedor o no de un hueco en sus vidas.

A esta ronda están invitados.