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Hace pocos días, en una galaxia muy, muy cercana, Pedro y Mariano disputaban un cara a cara cavernícola que ni George Lucas ni Orwell hubieran imaginado nunca en 2015, con el único fin de intentar salir del Lado Oscuro y volver a la Luz. Pero, enfrascados en la indecencia del pasado, ni uno ni otro sintieron el despertar de la fuerza. Hasta que un menor emuló a las tropas de asalto de la Estrella de la Muerte para saltarse la máxima alerta de atentado, guardaespaldas incluidos, y aporrear al presidente. Y sin necesidad de hacer uso de un sable de luz (la espada Jedi). No apto para primitivos ni violentos.

La Alianza Rebelde de Pablo y Albert tampoco había visto nunca tan cercano el Imperio Galáctico. Como dos caballeros Jedi, estaban dispuestos a llegar con vida hasta la última Guerra de las Galaxias de este domingo. Como en aquella saga que habían visto nacer en su tierna infancia, cuando reinaba el bipartidismo, no había teléfonos móviles, ni TDT, ni internet, y el color acababa de aparecer en la pequeña pantalla.

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Pero el Lado Oscuro se cuela hasta en el lugar más recóndito del Halcón Milenario para tentar de viejos vicios interestelares a las fuerzas rebeldes con el Escuadrón de la Muerte. Y es entonces cuando temes descubrir que algún Darth Vader del bipartidismo acabe siendo el padre de un Luke Skywalker de los nuevos partidos en auge. No vayamos a sufrir el ataque de los clones...

Pero hoy ya no queda alternativa. O vamos a la cola del cine a reservar butaca y ver la séptima entrega de «Star Wars» o nos quedamos en casa a despotricar de la frikada. O nos dejamos embelesar por el sable rojo, verde, azul, morado y naranja, o nos quedamos, indignados, sin introducir nuestro sobre en la urna. Cuestión de confianza. A lo mejor me da hasta por ir al cine mientras todos votan. Compañeros del Lado Luminoso, que la fuerza nos acompañe...