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Hace unas semanas el ayuntamiento de la ciudad de Charlotte en Carolina del Norte promulgó una ordenanza municipal para que los comercios y asociaciones locales respetaran los derechos de todos los ciudadanos sea cual sea el género que el individuo se atribuye. En parte la motivación de esta ordenanza es la violación de derechos que han sufrido algunos homosexuales por parte de comercios y funcionarios de organismos públicos.

Es ampliamente conocido el caso de una funcionaria de un juzgado que se negó a firmar los papeles de matrimonio a una pareja homosexual alegando su «libertad religiosa». Claramente para ella y muchos de cristianos de su entorno su religión está por encima de sus deberes como funcionaria.

El gobernador de Carolina del Norte Pat McCrory
El gobernador de Carolina del Norte Pat McCrory

Cuando Charlotte promulgó la ordenanza, el Congreso de Carolina del Norte estaba en descanso. Rápidamente se convocó una sesión de emergencia y durante doce horas se estudió y votó una nueva ley sobre la libertad de los ciudadanos que cancelaba las ordenanzas municipales, incluía la libertad religiosa pero no incluía los derechos LGB.

Esta ley que oficialmente se denominaba de libertad religiosa, ha acabado siendo conocida como la ley de los lavabos, ya que esta palabra es la que se usó más frecuentemente durante su discusión y en toda la controversia que ha generado.

Según la ordenanza de Charlotte, cada cual podía usar el baño del genero con que se identificara. Eso causó terror entre conservadores y religiosos. Argüían que un hombre se podría disfrazar de transexual y entrar en el baño de señoras y hacer lo que esos conservadores piensan que harían en esta situación.

La ley fue aprobada por el Congreso de Carolina del Norte con 83 votos a favor y 25 en contra. En el Senado pasó por 32 votos a favor y 0 en contra, ya que los demócratas abandonaron la sala al momento de la votación. El gobernador firmó la ley inmediatamente y esta entró en vigor el primero de abril.

La reacción no se ha hecho esperar. Muchas compañías comerciales y asociaciones de todo tipo han protestado esta ley y se está planteando un boicot al Estado. Ya pasó algo similar cuando el Estado de Indiana puso en vigor otra ley de «libertad religiosa» que finalmente tuvo que retirar debido a las presiones exteriores. Este tipo de presión ha hecho recientemente que el gobernador de Georgia vetara una ley similar a la de Carolina del Norte que había sido aprobada por el Congresos de su estado.

Curiosamente el debate sobre esta ley a mostrado una importante discrepancia entre ciudades y estados. En las últimas elecciones muchos estados pasaron a control republicano pero las grandes ciudades se mantuvieron bajo control demócrata. Es una situación similar a la española entre zonas rurales y grandes ciudades. En Estados Unidos esta divergencia es cada vez más enconada y lleva a estas curiosas luchas como el uso de los baños públicos.

Claro que como muchos de los problemas en que los políticos se enzarzan, en vez de dedicarse a lo importante, este problema tiene fácil solución. Los lavabos unisex son ya muy comunes, ademas todos los lavabos públicos tienen zonas de uso individual que se puede transformar en unisex. Pero nadie quiere soluciones fáciles.

Como esas leyes sobre los lavabos se extiendan, no se cómo se van a aplicar. ¿Se construirán detectores de vaginas a las entradas de los lavabos? ¿Cómo podrán confirmar los vigilantes públicos el sexo de quienes pretenden utilizarlos?

En Estados Unidos la cosas no son como en España, las leyes se toman muy en serio. Hace unas semanas estaba yo con mi familia en un restaurante de Chattanooga. Mi esposa, que nació el mismo año que yo, pidió una cerveza pero no se la pudieron servir ya que no tenía ningún documento que probara que era mayor de 21 años. Yo tuve suerte, llevaba mi carnet de no conducir y me pude tomar la cerveza.

Veremos qué nos pedirán para entrar en los lavabos públicos, porque si puedo tomar una cerveza pero no puedo ir al lavabo va a ser un problema serio.