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Lo que le pasa a la gente es... lo que hay. Ni más ni menos. El presente y el horizonte del ciudadano no va a cambiar por arte de magia. Lo que está ocurriendo es la antesala de lo que viene, resistimos, ganamos batallas y ¿la guerra? Depende.

¿Qué le pasa a la gente? Pues que está pendiente de lo que le interesa, cuando amanece. Le sorprenderá que haya aparecido un fardo de cocaína y, acto seguido, se preocupa de los peligros cotidianos a los que están expuestos los hijos. Se interesará, igualmente, por la oferta de asistencia sociosanitaria (pensando en un futuro propio o de una necesidad actual) y a partir de ahí... nos enfrentamos a la macedonia que tiene alguna fruta caducada de tanto ir y volver.

¿Qué le pasa a la gente? Pues que a la mayoría le cuesta llegar a final de mes. Que está pendiente de las oferta de trabajo de temporada y de qué tipo de contrato se le ofrecerá. De una lista de espera, que desespera, en la Sanidad Pública, o de un banco que fija los límites del campo de juego en el que nos dejan jugar nuestra vida.

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Ahora que vuelven a convocarse elecciones los partidos (y nunca mejor dicho lo de partidos) han tenido y tienen dificultades para cerrar sus listas, coaliciones, candidatos. Y, se mire como se mire, es un ejercicio de ombliguismo y, como diría JM Serrat: «Con Dios, ciudadano, ya te apañarás».

Lo que le pasa a la gente es que bastante tiene con lo que tiene... que no quiere problemas sino soluciones, que está harta y, qué demonios, que le dejen en paz.

Sí, que nos dejen en paz. Que no nos den la lata, ni promesas de ocasión o futuros que al final acaban en el basurero de la verborrea de las elecciones.

¿Qué le pasa a la gente? Nada y todo. Si alguien no puede ayudarnos que nos olvide. Sí, que nos dejen tranquilos.