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No hay nada nuevo bajo el sol. Vivir en Menorca es caro y además escapar de ella, en el buen sentido de la palabra, es todavía peor. Esta situación que padecemos los residentes, también se traduce a las personas que nos visitan en cualquier época del año. Hay que estar muy enganchado a la Isla (o tener un buen nivel de vida) para reincidir en venir. Este alto coste, para quien no es árbol asentado y convencido, se equilibra con los múltiples atractivos que ofrece la reserva de la biosfera frente a otras ofertas más cañeras como Calvià, y más concretamente Magaluf.

Tranquilidad, seguridad, naturaleza, gastronomía, fiestas, cultura, turismo activo... y también sol y playa. Tenemos un tesoro y un privilegio. Pero hay unos límites, tanto para el sufrido vecino como para el turista.

Un estudio elaborado por el touroperador Monarch para la Post Office Travel, dependiente de la Secretaría de Estado de Economía del Reino Unido, nos sitúa como uno de los destinos más caros a la hora de la hacer la compra. Y como afecta a los veraneantes que se alojan en apartamentos con cocina, la advertencia a los británicos -nuestro principal mercado internacional- es que antes de contratar las vacaciones se informen de lo que les costará llenar la despensa y la nevera.

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Esta alerta crea incógnitas a la hora de ir aquí o allá, porque destinos familiares hay para elegir y, seamos realistas, tampoco somos el ombligo del mundo.

Hacer el agosto es una expresión antigua que, al parecer, está relacionada con la cosecha, si hablamos del campo, más fructífera del verano. Si nos pasamos a la hora de hacer caja se obtendrán rendimientos a corto plazo, pero sembraremos dudas para el futuro.

Vivir en Menorca es caro. Pero ya que vivimos del turismo, tampoco nos pasemos.