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Desconozco el número de asociaciones que se nutren de voluntarios para llegar a donde no arriban las administraciones públicas (por falta de ideas). La programación sociocultural se mueve en torno a esta gente anónima ya sea festivo o a la hora de emprender acciones de mantenimiento del legado que ha dejado su huella en la Isla. Y así tenemos un amplio abanico de ayuda a recuperar un camino o restaurar un molino. Se trabaja buscando el interés general, no por dinero, y la mayor recompensa es ver como su obra finaliza con éxito.

Como ejemplo nos detendremos en la Illa del Rei. Debía ser los años 90 cuando me encargaron un reportaje de este enclave del puerto de Maó. Recuerdo aquella expedición, acompañado por el incombustible Javier Coll, con una mezcla de sorpresa y peligro (en el embarcadero había un cartel que alertaba de posibles derrumbes). Entre las ruinas, desperfectos, expolio y una descontrolada vegetación que apenas te dejaba avanzar... confirmaba el deterioro imparable. Después de que en 1964 dejara su función como hospital y que en 1973 el Ayuntamiento adquiriese la Isla siguió un capítulo de interrogantes en torno a qué hacemos con este islote y... no se hizo nada.

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Han pasado 13 años y el trabajo del grupo de gente que cede altruistamente sus horas de asueto ha ido recuperando su antiguo esplendor. Visto lo visto, ahora el Ayuntamiento aprueba la concesión de la isla a la Fundación. Es un logro. ¿Qué hubiera pasado si no hubiera aparecido estos activistas?

Los políticos se suelen guiar por planes, concursos, comisiones... Los ciudadanos cogen el toro por cuernos y actúan.