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Doce años después ha regresado esta semana la actividad en torno al Hospital Verge del Toro, aunque nada tenga que ver con el tránsito de pacientes, familiares y personal médico y sanitario que definió su uso durante casi seis décadas concediendo a la barriada de las Tanques del Carme un protagonismo indiscutible en el conjunto de la ciudad de Maó. Menorca entera pasó por la calle Barcelona y alrededores para acudir alguna vez a la residencia sanitaria.

Vecino de tan singular construcción levantada en 1951, el inicio de las obras para la recuperación del antiguo hospital, verlo abierto de nuevo, provoca emoción y cierta nostalgia porque entre sus paredes todos tenemos recuerdos buenos y menos buenos.

Uno de los edificios más emblemáticos de la Isla vuelve a mostrar, pues, apertura de puertas y ventanas de sus primeras plantas a medida que los obreros comienzan los trabajos para rehabilitar fachada, cubierta y estructura con una primera inversión de 2,7 millones de euros.

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Francina Armengol, la misma presidenta del Govern que en 2016 distraía la adopción de decisiones -al contrario de lo que hacía con Son Dureta o Can Misses- porque, afirmaba, el Verge del Toro presentaba un estado ruinoso, transitaba el lunes por sus pasillos para presentar el inicio de las obras después de que los arquitectos le enmendaran aquella declaración. No tenía mucho de qué presumir, como tampoco sus predecesores porque entre la inacción de unos gobiernos y la falta de determinación y errores de otros, el hospital quedó en un lamentable olvido durante demasiados años acentuando un lamentable y visible deterioro.

El tiempo, una vez concluida la reforma y evaluado su coste, determinará si esta ha sido la solución más plausible en lugar de su demolición para levantar otro centro más moderno y funcional.

Pero verlo en pie y rehabilitado por muchos años más supone establecer una conexión con el pasado de la Isla mirando hacia el futuro.