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Jaume Font aspiró a convertirse en el Revilla de Balears, tanto dentro como fuera de las Islas, pero los resultados no le acompañaron.

Vehemente, trabajador e intuitivo, tira la toalla por segunda vez. En febrero de 2011 ya renunció a su escaño en el Parlament, como volverá a hacer ahora. Hace nueve años en desacuerdo con la deriva de José Ramon Bauzá que llevó al fracaso al PP balear.

Ahora, por las discrepancias surgidas en el seno del PI con el sector más nacionalista, encabezado por el secretario general, Josep Melià, y la vicepresidenta, Xisca Mora, alcaldesa de Porreres.

El proyecto político del PI no consiguió consolidarse en las elecciones autonómicas celebradas en mayo del año pasado, cuando repitió los mismos tres diputados obtenidos cuatro años antes, pero perdió 3.000 votos. Los tres, parlamentarios por la circunscripción de Mallorca, porque no prosperó el gran objetivo de Font, que consistía en la implantación de Proposta per les Illes en Menorca y en las Pitïuses. Aquí empezaron los problemas y reproches internos, que también tuvieron repercusión en Menorca, porque el PI quedó fuera de los gobiernos municipales de Es Castell y Sant Lluís.

Durante el anterior mandato Florencio Conde formó parte del equipo del alcalde Lluís Camps y Llorenç Carretero, del gobierno de Sant Lluís, hasta que saltó por los aires el equipo enfrentado de la alcaldesa Montse Morlà.

Toda la estrategia de negociación postelectoral, diseñada por Font, secundada por Melià y Mora, se fue al garete: el PI quedaba sin capacidad de decisión para influir en la formación del Govern.

En la oposición, que desgasta mucho, hace frío.

La situación se agravó cuando en las generales de abril del 2019 el PI no obtuvo representación, lo que motivó que no concurriera a las generales de noviembre.

Proposta per les Illes tiene un problema, que no es Jaume Font: averiguar cuál es su verdadera identidad, y definir su programa y objetivos para sobrevivir.