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Domingo 12 de Julio, 2020. Hace unos días el amigo Luis Alejandre me recordó que hacía tiempo que no visitaba la Isla del Rey. Y era cierto. Sorry. Al menos 10 meses, o más quizás. Y allá que nos fuimos en lo que se preveía iba a ser un día soleado pero dulcificado por una brisa marítima de tramontana, una de esas que hacen soportable el calor veraniego en nuestra isla.

Así pues bajamos al embarcadero de los Yellow Catamarans y a las 8,45 o'clock nos subimos a la embarcación que, después de un recorrido por una parte del Puerto bajo las explicaciones históricas del propio Alejandre, nos desembarcaría en el muelle de la isla situado frente a Fontanilles en Es Castell. Habría unas 50 personas y, de principio, dos cosas sorprenden: la primera es que esta isla del Puerto de Mahón atrae la atención y el deseo de mucha gente procedente de muchos y distintos países. Aquí, en la barca, nos encontramos a españoles, británicos, franceses, italianos, alemanes y por supuesto nativos menorquines. La otra es el alto nivel cultural de los visitantes. Aquí no encontrareis hooligans ni patanes cerveceros ni gentes que exclusivamente vienen a tostarse a Menorca, sino a gente profesional y erudita, esa que se interesa por la cultura y la historia de esa isla que albergó en buena parte del s. XVIII al mayor Hospital de toda Europa con un total de 1200 camas disponibles. Son gentes que se siente implicadas de alguna manera en la labor de reconstrucción que están haciendo la Associació Amics de l'Illa de l'Hospital después de 16 años de trabajos de voluntariado.

Pero decirlo así sin más es como dar por supuesto que eso es una tarea fácil, que es solo una decisión de la sociedad civil menorquina ante el desamparo y abandono escandaloso a la que estaba sometida la isla en la que desembarcó la Corona de Aragón para marcar el paso de la Menorca musulmana a la Menorca cristiana. Pero no, es un trabajo de gran esfuerzo y constancia porque no es una labor sencilla mantener unida en la ilusión a un numeroso grupo de personas durante tantos años. Para ello se necesita un líder, un hombre no solo con dotes de mando sino una persona capaz de crear equipos, crear cohesión de grupo, de aunar complicidades, de crear ilusión y mantenerla, y de, incluso, organizar el caos.

Y eso lo ha conseguido Luis Alejandre, un mahonés de pro, un hombre providencial para mantener viva esta huella de nuestra historia. Pero no lo habría podido hacer solo sino que ha necesitado estar acompañado por, como decimos, un grupo de hombres, validos, eficaces e inasequibles a las dificultades, que en su día también entrarán en la historia de nuestra isla con el reconocimiento de todos los menorquines. Ahí estarán los José María Cardona Natta (un guía maravilloso para visitar la isla), Juan Cubas, el reconocido actor y conocido ex miembro del sector bisutero de la isla, José Barber Allés y señora siempre al pie del cañón, Toni Barber (ya recuperado del accidente de hace unas semanas que casi le costó la vida) y su señora, responsable del avituallamiento gastronómico de los visitantes, Toni Casasnovas , etc. etc.

Disculpen que no cite a todos los demás pero son multitud los que han venido participando en las tareas de reconstrucción de esta parte de la historia menorquina. Solamente resaltar la siempre entusiasta colaboración de voluntarios y protectores ingleses, italianos, franceses, españoles, menorquines, etc. Y la de los varios guías que explican la isla a los visitantes: Vivianne, Beverley, Mario Cappa, Sema, Toni, el propio Luis, etc.

Alejandre me dijo 'ya verás cuántas cosas se han hecho en el último año'. Y era cierro, muy cierto. Varias nuevas salas han sido acondicionadas y completadas, nuevas dependencias han sido creadas con especial mención a la nueva Capilla anglicana dedicada a Saint George y a la Sala Británica con originales de diversas disciplinas y procedencias así como el recuerdo emocionado de las 4 visitas que han realizado los Red Arrows en pocos años a nuestra Isla.

Muy trabajadas e interesantes son también las salas dedicadas a la Botica y al Herbolario con muestras de los remedios caseros usados en la época. El colaborador perpetúo Mario Cappa se sigue emocionando en la sala dedicada al hundimiento del acorazado Roma que tanto significó para nuestra isla.

Sema (J.M. Cardona-Natta) nos explicó que no es fácil transportar materiales a esa isla ni organizar suministros de energía, agua, transportes, etc. Nos confesó que se habrían realizado casi 200 viajes en helicóptero para transportar materiales y que, como anécdota, se tuvo que tirar una pared de marés para poder entrar las vitrinas que la Farmacia Maspoch cedió a la Asociación. 'L'imagination au pouvoir'

Lo que se está haciendo en la Isla del Rey es un prodigio de voluntades y esfuerzos. Y todo se ha podido conseguir con el soporte económico de múltiples donaciones y aportaciones de particulares que aman la historia de su tierra. Docenas de voluntarios siguen participando en las tareas que lograrán reconstruir lo que parecía destinado a la ruina final. Por cierto, ante al anuncio de la lluvia de millones anunciada para el Lazareto, ¿no podían ayudar algo más las administraciones locales a esa Isla del Hospital? Es injusto que una se beneficie de la holgura económica mientras la otra se queda ahogada. El esfuerzo y el tesón de la sociedad civil lo merecen. Una visita a la isla es muy, muy recomendable y no solo para aprender historia menorquina sino para mostrar el apoyo a ese grupo de voluntarios que lo dan todo para conservar nuestra historia.

Quien viera la isla hace 20 años y quien la vea ahora le parecerá estar soñando. ¡Venga unos esfuerzos más y lo lograreis. Ánimos, ya falta menos!

Juan José Gomila Félix

Asociado a los Amigos de la Isla del Hospital