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El primer capítulo de la novela La particular memoria de Rosa Masur, de Vladimir Vertlib (San Petersburgo, 1966), comienza con una prostituta que en la cocina de un piso comunal de Leningrado habla a sus vecinos del lejano y fabulosamente hermoso de Aix-en-Provence. Casi nadie de su audiencia le presta atención, solo Kóstik, viejo ingeniero e hijo de Rosa Masur, se siente atraído por las maravillas de ese pueblo de Francia.

El sueño de la posibilidad de llegar a conocer el lugar donde vivió el pintor Paul Cézanne es una de las razones que impulsan a la nonagenaria Rosa a su hijo y su nuera a salir de Rusia y establecerse en un pueblo alemán que da algunas facilidades a los inmigrantes de origen judío.

Se da la circunstancia que esa localidad germana celebra su 750 aniversario y propone a algunos de sus vecinos que rememoren sus vidas, con una recompensa económica. Oriunda de un pueblo en la frontera entre Polonia Rusia tristemente célebre por sus pogromos, Rosa Masur tiene muchas cosas que contar.

Escapó de su pueblo para emanciparse en el Leningrado de los años veinte. En plena fase de “construcción del comunismo”, fue obrera de una fábrica textil y luego traductora del alemán, sufrió el interminable asedio de la ciudad mientras criaba a sus dos hijos. Ha sobrevivido a las purgas, las guerras, el hambre, la lucha de clases, la delación, el terror, el antisemitismo y la kafkiana burocracia soviética. Y además puede narrar y documentar un episodio histórico increíble, la anécdota del siglo.

El autor de esta novela. que en 1971 emigró a Israel con su familia en 1971, consigue en La particular memoria de Rosa Masur reconstruir algunos momentos estelares de la Rusia soviética a través de la azarosa historia particular de una familia judía. Y lo hace un relato conmovedor y divertido a la vez. Todo un logro que le valió además ganar en 2001 los premios Adelbert von Chamisso y Anton Wildgans.

La particular memoria de Rosa Masur

Vladimir Vertlib

Traducción de Richard Gross

Editorial Impedimenta

440 páginas