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Puede sorprender la cantidad de factores que pueden influir en el humor, y en concreto en una enfermedad tan frecuente como la depresión. A primera vista    parece que todo tendría que ver con la psicología, con las relaciones interpersonales, los conflictos intrapsíquicos... pero al parecer hay mucho de biológico, interno, propio de la persona (alteraciones bioquímicas, alteración de la regulación, déficits de la plasticidad neuronal...) y externo sobre lo que ingerimos, por la flora intestinal, de la que hemos hablado muchas veces, la famosa    macrobiota o microbioma. Y en este aspecto uno y otro pueden estar interrelacionados, pues las bacterias intestinales modularían la respuesta genética    a nivel cerebral, mostrando alteraciones que sin ellas no se hubieran manifestado, algo que se está estudiando en enfermedades neurodegenerativas como el Párkinson (Sampson TR et al, 2016) o las demencias.

Ya vimos hace años («Es Diari» 04-2017) con el estudio «SMILES»    de Jacka FN et al (BMC Med. 2017) cómo a las 12 semanas los individuos del grupo de la dieta mediterránea modificada presentaron una gran mejoría en la puntuación de la depresión con respecto al inicio del estudio y como la remisión (desaparición de la sintomatología depresiva) se produjo en el 32,3 por ciento del grupo de intervención y en el 8 por ciento del grupo control. Demostrando que nuestra dieta influye en nuestro estado de ánimo y en la posibilidad de llegar a presentar una depresión.

Comentamos también (Diari MENORCA 03-2017), cómo la suplementación de una bacteria, el lactobacillus reuteri (L reuteri), en animales revertiría la sintomatología producida por el estrés en los ratones (Marin I A et al) lo que abría una posibilidad de que los alimentos fermentados, los yogures, pudieran mejorar la depresión.

Y es que la macrobiota    está relacionada fundamentalmente con lo que comemos, como nos ha demostrado el estudio de Jacka FN (et al) con la dieta mediterránea, y ambos determinan el tipo de lípidos que circulan por el cuerpo y esto de alguna manera se relacionaría con los trastornos depresivos.

Y es que se ha visto que dentro de las vías por las que los fármacos antidepresivos realizan su acción se encuentran aquellas que afectan al metabolismo de la energía y de los lípidos, de ahí que variaciones de los lípidos sanguíneos han sido asociados con trastornos depresivos.

Hoy comentamos un estudio reciente publicado el mes pasado en JAMA Psychiatry por Najaf Amin et al en cierta medida esclarecedor de esta cuestión; el hecho de intentar identificar las vías metabólicas de la depresión evaluando la interacción de la macrobiota intestinal humana con el desarrollo de la depresión mayor. Y es que existen estudios que describen qué microorganismos están involucrados en estos pacientes y qué tipo de metabolitos vierten en el plasma.

Para ello utilizaron los datos de una cohorte poblacional del Reino Unido, la UK Biobank, de 500.000 individuos entre 37 y 73 años reclutados entre el 2006 y el 2010, de la que se identificaron aquellos que tenían    muestras sanguíneas con perfiles específicos para este estudio y se les distribuyó aleatoriamente en 59.851 que presentaban depresión mayor y 113.154 controles, o sin esta.

En el análisis de las muestras de estos individuos se detectaron 124 metabolitos relacionados con la depresión persistente o recurrente que estaban relacionados con el metabolismo de la energía o de los lípidos que a su vez identificaban una composición específica de macrobiota con nombre y apellidos, del orden de Clostridiales, phyla, Proteobacteria, Pseudomonadota, y Bacteroidetes/Bacteroidota. Microorganismos que están implicados en la síntesis de importantes neurotransmisores algunos de los que llegan a actuar sobre el cerebro. Con todo esto se demuestra que existirían unos determinados gérmenes en nuestro intestinos que podrían influir en nuestro humor a corto y largo plazo.

Estos datos nos sugieren que, por un lado, que lo que comemos influye en nuestro humor, que la comida basura, el «fast food»±, los alimentos industriales tendrían algo que ver con nuestra manera de ser y de sentir las cosas; y por otro, que si ya sufrimos un trastorno depresivo intentemos hacer una dieta equilibrada, mediterránea con frutas, verduras y productos integrales, evitando o reduciendo la ingesta de azucar y alimentos procesados, con ello seremos capaces de producir una microbiota favorable para nuestro organismo lo que al final redundará en una mejora de nuestro ánimo. Así que, un argumento más para comer bien.