Hace ya varias décadas, solíamos embarcarnos en un pequeño llaüt la familia y recalar en la Isla del Rey. Nos colábamos entre las ruinas del viejo hospital, imaginando historias de tiempos pasados, buscábamos los restos de la antigua basílica paleocristiana y nos perdíamos entre los matorrales, siempre con el puerto de Mahón de fondo, brillante y sereno. Luego, la vida nos llevó a Mallorca, y las escapadas a Menorca se volvieron más esporádicas... y más nostálgicas.
Con los años, esa nostalgia creció tanto que me vi lanzada a la búsqueda de una pequeña morada en la isla. ¡Tuve suerte! Hallé un pequeño apartamento en Es Castell con vistas a la bocana del puerto de Mahón. Así, las visitas a la isla se volvieron más frecuentes. Esa pequeña ancla que había plantado en Menorca me pedía más cercanía y más atención.
Aprovechaba mis viajes a Menorca para visitar una y otra vez a la Isla del Rey, a veces con amigos, a veces con familia, y otras veces en solitario, maravillándome con la restauración de ese pedazo de historia que un grupo de menorquines incansables, tenaces y firmes liderados por Luis Alejandre, estaban realizando. Se creó la Fundación de la Isla del Rey y lograron contagiar su entusiasmo a buena parte de la comunidad. Gracias a ellos, voluntarios locales y foráneos, la isla ha ido recuperando su estatus emblemático e histórico. La isla del Rey se ha convertido en un referente importante en la vida de Menorca para deleite y disfrute de todos los visitantes.
Ya jubilada, pensé en unirme a ellos como voluntaria. Pero, como siempre, me encontraba enredada en mil y un quehaceres. No obstante, cada vez que visitaba la isla o hacía una pequeña colaboración, me surgía la misma pregunta: «¿Cuándo voy a empezar de verdad?». El empujón definitivo vino de mi amiga Anna Caballé, quien, con su entusiasmo habitual, me dijo: "¡Vamos juntas!". Así comenzó mi andadura como voluntaria en la Biblioteca Rafael Roselló de la Isla del Rey.
Nos recibió con los brazos abiertos José María Vizcaíno, el responsable de la biblioteca, un auténtico apasionado que lleva años registrando, catalogando y cuidando cada libro que llega a sus manos de las donaciones. También suele estar Jaime Roca, el anterior responsable de la biblioteca y mano a mano se van organizando en distintos quehaceres.
Empezamos ayudando con la limpieza del espacio (¡sí, incluso los bibliotecarios también tienen que limpiar y cuidar de los libros y su entorno de vez en cuando!) Después nos pusimos a disposición de José María para que nos indicara que faena podíamos hacer. Una vez realizadas algunas tareas pendientes de distribución y recolocación de algunos volúmenes, comenzamos a revisar unos legajos que descansaban apilados en lo alto de una estantería.
Una vez liberados los cordeles que amarraban los legajos encontramos cientos de revistas médicas de finales del siglo XIX. ¡Un pequeño tesoro! Empezamos a limpiar cuidadosamente todas y cada una de las publicaciones. Las fuimos ordenando por meses y años. El delicado contacto con la viejas revistas y la mirada de soslayo de algún que otro artículo me sedujeron de inmediato. Conocer como llegaban al diagnóstico y las terapias médicas que aplicaban antaño forma parte del sedimento del conocimiento médico actual.
En semanas sucesivas seguí con la misma tarea. Hasta ahora he encontrado dos tipos de revistas médicas. Una titulada: «Revista de Medicina Dosimétrica» que comienza en 1879 con el número uno, de la que hay algunas decenas de ejemplares y la otra llamada «El Siglo Médico», cuyos primeros números datan de 1882 de la que hay varios años completos o casi completos ¡Todo un viaje al pasado! Estuve pensando como hacer un índice de las revistas para que de estas colecciones, llenas de información y curiosidades médicas, pudieran ser consultadas con facilidad. Para alegría mía, encontré que algunas revistas contaban con índice ¡todo un hallazgo! son pocas las que cuentan con índice pero ya sé que existen y rastrearé para ver si consigo más índices en otras bibliotecas. Y justo ese día que encontré unos pocos índices, como si el destino lo hubiera planeado, llegó a la biblioteca Josep Rebordosa, un psiquiatra que está investigando la historia de la psicología y psiquiatría en Menorca. ¡No podía contener mi satisfacción cuando le ofrecí algunos artículos de finales del siglo XIX que podrían ser de utilidad para su estudio.
Ahora, desde Mallorca, me siento más ligada a Menorca. Tengo pendiente la búsqueda y captura de los índices ausentes en otras bibliotecas además de seguir limpiando y ordenando el resto de revistas que siguen descansando en lo alto de las estanterías. Estoy deseando volver y reencontrarme con los viejos y apasionantes legajos, también reunirme con mis compañeros José María y Jaime, los fieles guardianes de la Biblioteca de Rafael Roselló, en la Fundación de la Isla del Rey.
Marian García Baratas
Voluntaria
1 comentario
Para comentar es necesario estar registrado en Menorca - Es diari
... parece mentira que en la fundación se empeñen en unir la ciencia y el saber, representados por la exposición de avances médicos, oftalmológicos, dentales, etc, y el conocimiento, el museo, la biblioteca, etc... con tonterías tales que la superchería y la ficción que son representadas por las incongruentes capillas de uno u otro credo religioso que se han empeñado en recuperar, en vez de descartarlas...