En octubre de 2006 informa «Es Diari» que «el centro comercial Sa Tanca de Sant Lluís dispondrá de unos 50 locales comerciales y de ocio, además de 250 plazas de aparcamiento. El complejo que, se levanta en un solar de 6.500 metros cuadrados situado en la entrada de Sant Lluís, es una apuesta de la promotora Ninco SA, y supone una inversión de diez millones de euros. Su apertura tendrá lugar en la primavera de 2008».
Cuando ya han transcurrido más de 18 años, este edificio, transformado en un mamotreto, sigue sin estar acabado, carece de uso y actividad, y es propiedad del Ayuntamiento de Sant Lluís, que no sabe qué hacer con el y qué destino le dará. Es triste monumento a la improvisación, la ineficacia y la especulación. Es un error más en la política de compra de patrimonio por parte de las administraciones menorquinas.
¿Quién estaba detrás de Ninco, SA? Es la historia por escribir de esta sociedad que estaba formada por capital menorquín en su mayoría, y también catalán.
El pinchazo de la burbuja inmobiliaria motivó que las obras de Sa Tanca quedasen paralizadas y nunca se llegaron a concluir. En septiembre de 2019, desaparecida Ninco, SA, que no sabía ni contestaba a los requerimientos, CaixaBank se deshizo del incómodo edificio que fue adquirido por Coral Homes, sociedad perteneciente al fondo de inversión Lone Star... de Estados Unidos.
Compra misteriosa
Ya se había empezado a fraguar el acuerdo político para comprar Sa Tanca con fondos de la ecotasa. El acuerdo político coincidió -no existen casualidades en estos casos- con la venta al fondo de inversión norteamericano. Entonces estaba a la venta por la desmesurada cantidad de 9,6 millones de euros.
La gran valedora, impulsora y promotora de la misteriosa compra, aún no explicada, de este edificio cuyo destino natural acabará siendo el derribo por motivos obvios, fue la alcaldesa socialista de Sant Lluís Carol Marquès, diputada del PSOE en el Parlament. Marquès -arquitecta técnica que ha unido siempre su trayectoria a Marc Pons, del que fue jefa de gabinete de 2025 a 2019- ejerció como primera edil santlluïsera desde 2019 hasta 2023.
Anunció Carol en marzo de aquel año que no iba a optar a la reelección. «Ser alcaldesa de mi pueblo ha sido el mayor orgullo que he vivido, pero exige una dedicación total que por circunstancias personales no me puedo comprometer a seguir dando en la próxima legislatura», proclamó. Después, aupada por Armengol a través de Marc Pons, fue elegida diputada autonómica. ¿Cómo influyó la compra de Sa Tanca en este cambio de criterio?
La conclusión de este razonamiento-decisión es evidente: la actividad en el Parlament no exige la dedicación que demanda la alcaldía. O sea, que de Sant Lluís a Palma, y tiro porque me toca.
Con tranquilidad
Escribió Miquel Fèlix en enero de 2020: «el empuje que demuestran nuestros políticos al comprar patrimonio se deshincha cuando se trata de hallarle un uso».
Aludió a Sa Tanca, «cuando Sant Lluís no sabe aún qué hacer y nos remite a estudios y procesos de participación ciudadana», porque Carol Marquès había manifestado que «nos lo tomaremos con tranquilidad». Y tanta.
Era una ganga
En febrero de 2021 desveló la entonces alcaldesa Marquès Portella el empeño puesto en la compra de este edificio: «desde el primer momento hemos trabajado para que fuera posible. Después de meses de negociaciones, se llegó a un preacuerdo por el que Coral Homes accedía a vender el edificio por 1.730.000 euros».
Debía ser una ganga, «porque este precio rebajaba mucho las pretensiones de la parte vendedora, que había llegado a anunciar el inmueble en portales inmobiliarios a un precio cinco veces superior».
«Menuda bicoca»
Ya conocemos cómo acabó aquella parte de esta historia que aún no ha terminado: los anteriores gobiernos de izquierdas del Govern, Consell y San Lluís cerraron el acuerdo con Coral Home, gestor de patrimonio inmobiliario que, según la terminología de Podemos, es un fondo buitre.
Como apunta Fela Saborit, una bicoca de 2,1 millones de euros que, veinte años después de haber obtenido licencia como centro comercial, está abandonado. El Ayuntamiento de Sant Lluís no sabe qué hacer con este ‘muerto urbanístico’.
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