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Felipe VI ha cumplido su primer año como jefe del Estado tras la abdicación de su padre, Don Juan Carlos, al trono de España. En estos doce meses, el nuevo Rey ha iniciado una nueva etapa, apremiado por la desconfianza en torno a la institución que encarna. En el panorama más próximo se encuentra el «caso Noos», que afecta de lleno a su hermana. Con determinación, Felipe VI ha retirado el título de duquesa de Palma a la infanta Cristina de Borbón.

El nuevo jefe del Estado ha sabido transmitir, durante este primer año, seriedad, modernidad y cercanía, valores que habían quedado deteriorados en los últimos años de Don Juan Carlos, con unos comportamientos que afectaban la continuidad institucional.

La Constitución atribuye al Rey un papel simbólico de garante de la unidad de España, así como las funciones de árbitro y moderador de la actividad institucional española. En el terreno social y ante la opinión pública, Felipe VI ha mejorado la imagen de la Monarquía, pero no valora la revisión del texto constitucional para resolver el conflicto de Catalunya, que, a medio plazo planteará también el País Vasco. Felipe VI debe acentuar la utilidad, vigencia y validez de la Monarquía parlamentaria para lograr el apoyo e identificación de las nuevas generaciones.