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La conmemoración del Día Internacional de la Mujer debería ser una jornada anacrónica y carente de sentido, pero la equiparación de derechos entre hombres y mujeres dista hoy mucho de ser una realidad, incluso en las sociedades más avanzadas. España no constituye una excepción, porque en nuestro país persisten los roles sexistas; la brecha salarial favorece a los hombres; y la violencia dramática es una realidad dramática que no cesa.

Se han conseguido avances importantes, pero la lucha feminista es una necesidad para avivar las conciencias.

La educación es la clave. El esfuerzo realizado estos últimos años topa con el día a día en la calle, el trabajo e incluso en las relaciones familiares. Los programas de conciliación familiar son incipientes en unos casos e inexistentes en otros. Y el marco legal resulta insuficiente para situar en el mismo rango a hombres y mujeres. El problema de fondo es el inmovilismo de las sociedad para asumir la nueva dinámica de la incorporación plena de la mujer. Hay que huir de arquetipos trasnochados e impulsar el empoderamiento femenino para conseguir la igualdad de trato y oportunidades hombre-mujer.