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Durante el 2017 Balears alcanzó la cifra de un millón de vehículos, que en teoría parece inasumible para un archipiélago de reducidas dimensiones dividido en cuatro islas.

Tanto desde una óptica política como jurídica resulta imposible poner 'numerus clausus' a los coches en circulación. Sería contraproducente y acabaría perjudicando a los segmentos más débiles de la sociedad. Pero en los meses de la 'temporada alta' aumenta la sensación de agobio. Acudir en automóvil a algunas playas se convierte en una aventura porque cada vez resulta más difícil hallar aparcamiento. Este año el Consell insular ensayará la fórmula de los buses lanzadera para llegar a Macarella, pero hay otras playas de Menorca donde se registran grandes concentraciones de vehículos, que en muchas ocasiones aparcan en suelos rústicos y sin ningún servicio. ¿Hay que poner límites, con criterios similares a los se aplicarán en Formentera a partir de 2019? De momento se descarta.

La otra cara del problema viene determinada por el gran número de coches diésel y con más de diez años de antigüedad, lo que dispara la contaminación. Es preciso actuar con medidas prácticas y creíbles.