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El asesinato de la profesora Laura Luelmo a manos de Bernardo Montoya ha generado una amplia controversia, tanto por el escalofriante suceso como los precedentes delictivos del agresor. Asistimos con preocupación a reiterados casos de violencia contra las mujeres, más cuando en Laura Luelmo se dan unas circunstancias previas que fueron desatendidas por el sistema penitenciario.

Agravar las penas, como reclaman algunos sectores, sólo puede ser una solución temporal, porque hace falta aplicar nuevos protocolos antes de dejar en libertad a quienes no pueden garantizar su rehabilitación. Antes de Montoya ha habido otros muchos reincidentes en todo tipo de delitos.

En la mayoría de estos episodios planea la sensación de que podían haberse evitado. En esta ocasión el asesino acababa de salir de la cárcel por un robo con violencia, pero antes había cumplido pena por la muerte de otra mujer. La indignación ciudadana está justificada.

Esta cuestión debe distanciarse del debate político y abordarse con temple y serenidad. Los ciudadanos reclaman respuestas a los responsables de un modelo penitenciario que da claras muestras de ineficacia.