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Pedro Sánchez y Pablo Iglesias deben explicar qué razones han precipitado, en menos de 48 horas después del 10-N, un acuerdo que hasta ahora era imposible. Los resultados electorales han vencido los egos y las posiciones personalistas que obligaron a unos segundos comicios por la imposibilidad del entendimiento entre el PSOE y Unidas Podemos después del 28 de abril. Más desconcertante es la complejidad del nuevo escenario político con una mayor fragmentación en el Congreso, y que tanto el PSOE como el partido morado hayan perdido diputados, lo que les ha debilitado.

La suma de ambas formaciones no garantiza la investidura del secretario general de los socialistas, aunque la aproxima. Queda por delante una ardua negociación en la que, por activa o por pasiva, deben participar otros actores. Muchas incógnitas por despejar, como la implicación de nacionalistas e independendistas. Formar Gobierno también debería garantizar la necesaria estabilidad institucional que precisa España.

El preacuerdo escenificado ayer recoge que cualquier solución al conflicto catalán no puede rebasar los límites de la Constitución. Una premisa esencial que ha de ser respetada.