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Las relaciones de España con el Sáhara se remontan a la época colonial. El territorio quedó desafectado tras la muerte de Franco en 1975. Con habilidad el rey Hassan II anexionó el Sáhara a Marruecos con la ‘marcha verde’. Desde entonces persiste una mala conciencia sobre esta región, como confirman la labor humanitaria de las asociaciones de voluntarios en campamentos saharauis con el apoyo institucional. Entre ellos, el de Tinduf, situado en Argelia.

Los saharauis recobran ahora notoriedad por la sospecha de albergar a terroristas. Huidos de la debacle siria, los yihadistas han logrado cuartear Argelia e intentan desestabilizar Mali con el desierto como campo de operaciones. De Barnako llegan constantes noticias sobre asesinatos y barbaries. La ONU ha enviado tropas de pacificación.

La infiltración terrorista en esta zona preocupa a las autoridades de España, que avisan del «riesgo inminente» de un atentado yihadista contra españoles en el Sáhara occidental. La situación ha empeorado estos últimos años, porque ni Argelia, ni Mali, ni Marruecos pueden garantizar la seguridad y el respeto a los derechos humanos. La advertencia del Gobierno de España es justa y necesaria.