TW

El encuentro de las casas baleares en el extranjero, que tiene lugar en Palma y al que ayer asistió la presidenta del Govern, Francina Armengol, ha servido para plantear dos cuestiones nucleares sobre la situación actual que atraviesan estas instituciones -algunas de ellas con una larga trayectoria de servicio a nuestros ancestros en sus respectivos países-. En primer lugar figura el de su susbsistencia económica y, por otra parte, el peligro que supone que sus funciones queden desdibujadas a medida que el tiempo diluye el vínculo de sus socios con las Islas.

El fenómeno de la emigración, en especial a América Latina, forma parte indisoluble de la historia de Mallorca, Menorca y las Pitiusas durante la primera mitad del siglo pasado. Las casas de Balears en el exterior realizan una encomiable labor de conservación y perpetuación del legado cultural que nuestros ancestros llevaron a tierras lejanas.

El idioma, las costumbres, la cultura y, en ocasiones, la asistencia social forman parte de las tareas que realizan estos puntos de encuentro de quienes se sienten de las Islas; aunque solo sea en el recuerdo. Queda, también, pendiente cómo avivar este rescoldo en las futuras generaciones, segundas y terceras, para que no se pierda la conexión con nuestro pasado.