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La expansión del coronavirus están generando una lógica preocupación social que rebasa el foco de la infección en China, además de las consecuencias económicas que poco a poco se están produciendo. Las protestas por cómo han abordado la crisis las autoridades chinas están teniendo un inusual eco en el propio país, en especial tras conocerse cómo se trató al médico, que ha fallecido estos días, que advirtió de la existencia de la enfermedad. A pesar del extraordinario alarde de medios sanitarios y la contundencia de las cuarentenas impuestas a diversas ciudades del país, que afectan a millones de ciudadanos, lo cierto es que el goteo de infectados no se detiene.

China es un país prácticamente aislado del resto del mundo. Las principales compañías aéreas han suspendido sus vuelos como medida de prevención mientras la mayoría de los países controlan, de manera exhaustiva, los ciudadanos que presentan síntomas compatibles con el contagio del coronavirus. El bloqueo, durante varias horas, de un crucero en Roma o en Tokio son casos recientes.

En Mallorca, en el hospital de Son Espases también se han activado todos los protocolos ante un posible caso. No más opciones que la de mantener todas las cautelas y activar la investigación científica para frenar el coronavirus.