TW

El covid-19, un tipo de gripe que se ha extendido por el mundo y contra el cual todavía no hay vacuna, está demostrando la fragilidad del sistema económico mundial. Desde un mercado de la ciudad china de Wuhan, y en apenas unas semanas, ese coronavirus ha causado la alarma en las poblaciones, espantadas por las incesantes noticias de muertes e internamientos.

Pero, y además, ha contagiado de pesimismo las finanzas de todos los países desarrollados. Y es que como si fueran un castillo de naipes, las bolsas mundiales se derrumbaron presas de la incertidumbre y el pánico. La de Madrid perdió el 7,96 por ciento y se puso muy por debajo de los 8.000 puntos. Un terremoto financiero de estas magnitudes tiene su efecto en las escalas regionales. Las anulaciones de reservas turísticas y la falta de movimientos de cara a la temporada representan un mazazo para las cuentas del Estado y de nuestra Comunitat, cuyo déficit fiscal es de sobras conocido. También son una noticia nefasta para las empresas y las economías domésticas, cuyas esperanzas se centran en que el virus desaparezca cuando llegue el calor y esta fiebre amarilla quede como un mal sueño.