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El ministro de Sanidad, Salvador Illa, reconoció ayer en sede parlamentaria que nunca existió el comité de expertos que asesoraba al Gobierno en el proceso de desescalada del estado de alarma; a lo sumo un grupo de técnicos que reportaban sus datos a Pablo Simón. Eso era todo, a pesar de que distintos ministros ocultaron el nombre de unos expertos que no existieron nunca.

La revelación confirma que el pase de una a otra fase respondió a criterios políticos, de oportunidad y sin ningún aval científico. La pésima gestión de la crisis del coronavirus en España sitúa al Ejecutivo de Pedro Sánchez en el punto de mira de la desconfianza ciudadana por la opacidad con que ha actuado.

Las cifras de fallecidos y contagiados han sido un auténtico caos, por no citar el desorden en la compra de material sanitario. Los mensajes contradictorios de Simón, junto con otros errores graves de comunicación, provocan un severo reproche que el tiempo confirma. Las mentiras con las que ha trabajado el Gobierno no pueden quedar impunes. Semejante tomadura de pelo destapa una estrategia que emplea la falsedad como eje principal, porque la transparencia es un concepto al que ha renunciado este Gobierno.